lunes, 16 de diciembre de 2013

EL ALEGRE DELFÍN


Cuando uno se encuentra en el paraíso, el limbo político importa un bledo. Navegando por el Indico y fondeando en playas kilométricas, donde la espuma de Afrodita es aún más poderosa y los sentidos ganan por goleada a la razón, quedan muy lejos las gilipolleces catalanistas con su deseo de mutilación de España, los berrinches impositivos y la maraña legal a la que quiere condenarnos la nívea Europa.

No existe el ambiguo internet y el agua—la bebida más peligrosa en estos climas ardientes, bendito sea el whisky—solo puede probarse tras diez minutos de cocción. Los delfines saltan a la proa del dhow que baila con las olas. ¡Qué curiosas y hermosas criaturas! De piratas que quisieron burlar a Dionisos han evolucionado en un animal globalmente amado por todas las culturas marineras. De Creta a Polinesia siempre hay una leyenda que afirma que salvan a los náufragos acercándoles suavemente a la orilla. Bañarse a su lado despierta nuevas ecos en la consciencia gracias a unas milagrosas vibraciones que sanan las enfermedades de los niños. Buscan la compañía de los marinos y son un canto de esperanza en alta mar. Para gozar de su alegre compañía es imprescindible quitarse las gafas de sol, pues el reflejo les incomoda.

A veces el dhow embarranca en un banco de arena que se mueve a voluntad. Es el momento de jugar con el peso, balancearse y quedar libre. O esperar a que suba la marea mientras se bebe un ron con soda y lima. Naturalmente si el agua se guarda en ánforas antiguas—también sirve un botijo, aunque todavía no he encontrado ninguno por estos lares—es perfectamente bebible. La mayoría de los marineros que me acompañan son de ascendencia omaní y no prueban el alcohol, paradójicamente una palabra de origen islámico que significa El Espíritu Sanador. El problema es el plástico, una de las invenciones más aberrantes de la humanidad, pues en su exposición al sol crea una reacción química más peligrosa que cualquier veneno de los Borgia.
 A bordo cocinan a la parrilla un atún recién pescado y las conversaciones se aderezan porque si nosotros tenemos relojes, ellos tienen el tiempo. Nadar, leer, soñar y enamorarse de nuevo de la vida. Hacer un corte de mangas a los pelmazos nacionalistas con sus deseos cainitas. Y a veces cerrar los ojos y soñar despierto mientras el mundo sigue dando vueltas. Cuando los abres de nuevo te reconoces en otro lugar, pero nada ha cambiado.

 

sábado, 14 de diciembre de 2013

DULCE VENENO LITERARIO


La obra de José Mallorquí vuelve a estar de actualidad. Ciertamente los escolares debieran leer las aventuras de El Coyote antes que a esos enemigos de la vida que son Sartre y Camus, magníficos literatos, pero no para leer obligatoriamente cuando se tienen quince años.

Semeja que en las escuelas mandan leer determinados títulos para que los alumnos no tengan ganas de volver a abrir un libro en su vida. O para que se marchite su joven corazón. Si se dejaran acompañar por don César de Echagüe, el conde de Montecristo, el chevalier Lagardere, el miserable Jean Valjean, la gitana Esmeralda, Tremal Naik, la Pimpinela Escarlata, el marqués de Bradomín, Alí Baba,  Porthos du Vallon, los hidalgos de Monforte, la dama de Pique, Aliosha Karamazov, Pierre Beztukov, Allan Quatermain, el señor de Bearn, Sherezade, Ayesha, Winnentou, los argonautas, la manzana de Afrodita…; si se dejaran maravillar por nuestra historia marinera y corsaria, los amores de Hernán Cortés con la dulce Malinche, las andanzas del chamán Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el valor de Blas de Lezo, el alquimista Ramón Llull, la nariz de Cleopatra, el honor bandolero de don Juan de Serrallonga, las memorias hedonistas de Casanova, los recuerdos fascinantes de Benvenuto Cellini… ¡Qué pronto les entraría entonces el dulce veneno de la lectura! Pero hay una conjura de los necios que pretende mantener a la masa ignorante, con el listón del más bajo común denominador, para que se crean los mítines políticos y las tertulias de los mercenarios del poder, para que se depriman si se atreven a ver un telediario y sean esclavos del opio futbolístico.

Tengo amigos en casa que en vez de leer novelas prefieren las viñetas de un cómic. Entonces es el turno de Tintín, el Capitán Trueno, el Jabato, el Hombre Enmascarado, el Guerrero del Antifaz, Obelix, Corto Maltés…

En todas estas obras se mantienen unos valores nobles, un furioso individualismo y una cierta actitud poética ante la vida. Son una salvaguarda espiritual y una plataforma a nuevos horizontes literarios. Y ayudan a mantener la alegría, esa rara cualidad que, para el pirata pictórico Vivant Denon, era obligatoria en un hombre de Las Luces.

Y si los profesores (si es que no son comunistas de dacha y chacha o fascistas catalanistas) quieren que sus alumnos abran los ojos ante el totalitarismo, que manden leer Rebelión en la Granja. Así los estudiantes sabrán que todos somos iguales, pero que hay unos más iguales que otros…    

miércoles, 4 de diciembre de 2013


POR UNA CABRA

 Mientras estaba en una idílica cabaña sobre el mar, cerca de Kilifi, la misma que custodió los encuentros más ardientes de Denis Finch-Hatton y Karen Blixen, leía el Weekend Star, y el vodka-tonic que bebía placenteramente cayó a mis pies estallando en mil pedazos.

La razón fue el titular de un hombre condenado a diez años de cárcel por violar una cabra. Por lo visto el criminal vive cerca de Malindi, que es una franja costera tan dominada por italianos como Formentera en Ferragosto. El tipo estaba desesperado de ver a las coquetas ragazzas dorándose en las blancas arenas y se aliviaba con la cabra de su vecino. Fue descubierto in fraganti por un caminante que eligió el mismo arbusto para practicar sus necesidades. Luego se enteró toda la aldea.

Esto de la zoofilia es bastante internacional y no entiende de clases. Es bien sabido que en ciertas áreas de Suiza los pollos son muy populares. Salvador Dalí gustaba sodomizar a un pato mientras le degollaba, rodeado de hermosas fulanas, en un burdel catalán. En la antigua Roma, la mujer de un césar, después de tirarse a la mitad de las legiones, sintió apetito irrefrenable por un burro lustroso. La delicada Pasifae se disfrazó de vaca para ser montada por un toro blanco...

Reconozco mi ignorancia en saber cuando una cabra da o no su consentimiento. En España y Grecia los amores entre pastores y cabras y ovejas son legendarios y dan pie a fábulas y mitologías. Pero el magistrado keniata ha decidido que, en su opinión, el animal ha sido claramente molestado y, aunque el violador ya ha mostrado arrepentimiento, parece que nada, salvo que la cabra hable, podrá librarle de la cárcel. (Hay que destacar que la víctima estuvo presente durante el juicio)

He preparado otra copa para recuperarme de la impresión. Paseo la vista sobre un paraje solitario y paradisiaco. No hay turistas ni aberrantes hoteles todo incluido (dan una sensación de tristeza proletaria). Los indígenas de esta zona parecen vivir felices, sin asomo de la prostitución que inevitablemente trae el turismo. Son gente digna y hermosa que me dejan leer tranquilo y bañarme en la mar de Simbad tal y como Dios me trajo al mundo. Hay Afroditas de ébano de paso imperial con las cuales un español siempre coquetea. Es lo contrario del racismo anglosajón, que se la coge con papel de fumar siempre que sale del club o va más allá una conversación sobre el criquet.

Karen Blixen, alias Isak Dinesen, fue una maravillosa escritora enamorada de su granja en Africa. Sus amores con un inglés libre y romántico (los ingleses libres son pocos, pero magníficos) se volcaron en el cine dirigidos por Sidney Pollack. Brindo por ella desde esta cabaña privilegiada, dándome cuenta de que, tal y como dicen los modernos, todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros.

Su marido, el barón Blixen, llevó la cornamenta con elegancia. Cierto es que también era aficionado al adulterio y se le recuerda como uno de los mejores whitehunters de Africa.

Jorge Amado decía que al sur del Ecuador no existe el pecado.

 

lunes, 2 de diciembre de 2013

MORDER O COMER


Dios bendiga a aquellos que mueren jóvenes. Jimmy Hendrix hubiera cumplido estos días 72 años. Pero Hey Joe, All along the watchtower…, siempre estarán con nosotros. Hoy nadie se atrevería a dar una dentellada a la guitarra, como cuando Hendrix tocaba las cuerdas eléctricas con sus dientes; sería como si una estrella de rock reconstruyese sus labios al estilo Mick Jagger.

Me lo recuerda un viajero a quien he conocido en una divertida cena en Mombasa. Es un tipo peculiar, imposible de cuadrar en las crudas estadísticas de ningún sociólogo. Asistió al último concierto de Hendrix y también estuvo en el que Bob Marley dio en la plaza de toros de Ibiza. Solía bailar en el Club San Rafael y cenar en Sausalito. Recuerda Ibiza como la isla más excitante del mundo y, aunque respeta los cambios lúdicos, prefiere no bailar en una macrodiscoteca. Podría ser uno de esos elefantes que estudió Mariano Planells, pero sigue muy vivo y practica la máxima de follow your bliss.

Mombasa es un punto neurálgico de negocios en África del Este y, como Mallorca, también es un destino favorito de turistas alemanes e ingleses. Tal vez por eso en demasiados sitios practican la globalización gastronómica, pese a que, entre otras delicias, cuentan con unos pescados y una carne excelentes y preparan un arroz sublime. Un California roll puede estar ok, pero prefiero enrollarme en Malibú beach con una hermosa mujer, preferiblemente sin relleno de aguacate. ¿Qué tienen de malo las samosas? Y por mucho que ofrezcan paella, la dejo para cuando regrese a España. Es uno de los efectos de la globalización que pretende uniformizar el sabor y el gusto de la población: El sueño de las multinacionales alimentarias y los macarrónicos chefs. ¿Qué tiene de malo probar la cocina local de los sitios que se visita? ¿Para qué viajar sin uno no aprecia el gusto de otras culturas?

Para la generación de tristes consumidores de fast-fat-food que jamás han probado una perdiz o un faisán junto a un buen rioja en vez de una bebida gaseosa, Hendrix es tan desconocido como Mozart y Beethoven. (Recuerdo que hace años una sonrisa se dibujó en mi cara cuando vi cómo una adolescente, ante la colección de vinilos de su padre, exclamaba: “¡No sabía que hicieran CDs tan enormes!”)  

 La música contemporánea está absolutamente inspirada por ritmos ancestrales de Africa. Ya planeo ir al festival de Zanzíbar navegando en un dhow de vela latina…