Es raro escribir en estos días sabiendo que todas mis
palabras están siendo procesadas por algún kraken cibernético antes de que
pueda releerlas. Es turbador para los escritores conocer que nuestro
pensamiento es malinterpretado por espías nada educados, que leen las columnas
antes de que tengan la oportunidad de ojearlas mis lectores.
¿Deberé escribir cosas más banales en el futuro para
satisfacer al satélite que todo lo registra? Por supuesto que no. Tal incordio
de lupa provoca que todavía escribamos cosas más extravagantes, teorías más
paranoicas, ensayos más o menos lúcidos y alguna que otra barbaridad.
Antes no había un espionaje tan instantáneo, pero la censura
se aplicaba en todas las noticias, excepto las del tiempo. En La Codorniz, en
pleno franquismo, se publicó un parte meteorológico que decía: “Reina un fresco
general procedente de Galicia”. La coña fue absoluta y el cierre de la revista,
inmediato.
Por culpa de los espías las relaciones entre Estados Unidos y
Alemania están bastante enfriadas, como una antigua imagen en blanco y negro.
La Merkel no quiere ser escuchada por Obama mientras acude al peluquero en
Berlín del Este hablando por su móvil. Así se lo ha comunicado al presidente
americano. Por supuesto, puede haber malinterpretaciones, ya que ninguno habla
la lengua del otro correctamente. Debemos prepararnos para nuevas confusiones.
¿Qué tienen de malo los espías a la antigua usanza, entrando
en sociedad sin ayudas tecnológicas? El público general está confuso porque se
les ha informado de que todos sus mails y conversaciones telefónicas son
espiados por un monumental Big Brother. Démosles un poquito de calma. Cuando
gente inteligente habla y gente estúpida
escucha, no existe daño alguno.
A lo largo de la historia todas las civilizaciones se han
protegido espiando. China especialmente, en cuya biblia bélica El arte de la
guerra, el general Sun Tzu opinaba que lo más importante para sostener un
gobierno o ganar una batalla era el servicio de espionaje.
Los espías, espían. Es algo normal desde que existe la
sociedad. Lo que pasa es que a menudo parecen sacados de un cómic de Mortadelo
y Filemón, como los que acechaban ese restaurante barcelonés donde dos mujeres
ponían a parir a sus parejas.
Lo que ha caído es el puritanismo. La bruta figura que hizo
Obama ante Putin mientras se publicaban los informes de Snowden fue
inolvidable. El espionaje es fundamental y ningún gobierno va a renunciar a
ello. Pero si se les descubre, que paguen.