Suelo
burlarme de un amigo mío, descendiente del humanista doctor Marañón, por
calificar a Don Juan de homosexual latente. La última vez, en la boda de una
coqueta de la que ambos hemos estado enamorados con desiguales consecuencias.
Para
lidiar mejor a este antiguo rival con el que ya no compito, releo el estudio
sobre Don Juan, del médico humanista Gregorio Marañón. Es una lectura que descubre la época del
cachondo Felipe IV, el huraño Olivares, una alegre y ligera Isabel de Borbón
(nieta del gran Cosme de Medicis e hija del rey amante y aventurero Enrique
IV), los alumbrados religiosos y sus desviaciones eróticas en el interior de
los conventos: recomendaban copular con santas mujeres para engendrar profetas;
las videncias y horóscopos a los que toda la corte era aficionada, las
costumbres licenciosas pese a la Inquisición en un Madrid lascivo y adúltero que
se encamaba alegremente, destellos dorados donde confluyeron talentos como
Quevedo, Tirso, Lope, Góngora, Calderón…y el conde de Villamediana.
Tirso
de Molina se basó en la fascinante figura de Villamediana para su Don Juan. La
vida de don Juan de Tassis fue sublime sin interrupción. Además de admirado
poeta era viajero irreverente, elegante, valiente y jugador. Cualidades que han
venido inseparables de la condición donjuanesca. Se rumoreaba que llegó a
liarse con la bella reina Isabel y que presumía de ello al lancear toros en la
plaza, desplegando una temeraria divisa: “Son mis amores reales”.
El
conde murió joven, glorioso y asesinado. Muchos y poderosos le tenían ganas,
pero además, a su muerte, se descubrió una trama que le relacionaba con un
proceso relacionado con “el pecado nefando”, dando a decir que don Juan era tan
aficionado al placer, que ni siquiera despreciaba a los de su mismo sexo. Algo
que sin duda ayuda a Marañón en su magnífico–aunque a veces algo
mojigato—estudio.
La historia de España hubiera sido bien
diferente si, en lugar del grave Olivares, hubiéramos disfrutado más años de un
epicúreo como Villamediana en el poder. Eso sí, después de la lectura me queda
la impresión de que los políticos de hoy son clavados a los alumbrados de ayer.
Frailes falsos, secretarios y administradores ladrones, gordos muleros, zafios
y liantes, esa picaresca tan española y atemporal. Es urgente elevarse de una
vez y dar una patada a tanto alumbrado aprovechado. El problema es que se han
montado un chiringuito mafioso y, a no ser que haya una revolución, es
imposible moverlos.
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