Posiblemente uno de los aspectos más desagradables de los
nacionalistas sea la grosería. La cortesía—nacida en el Mediterráneo, con
permiso de los chinos, con la adopción de la bella figura, el amor que entra
por los ojos de los trovadores y la esprezzatura de Castiglione—es algo
fundamental, junto con el sentido común, para desenvolverse en la vida.
El episodio del memo catalanista negando el saludo al
príncipe de Asturias, mientras el Mas hortera todavía y el paleto de Trias se
regocijaban, es solo una anécdota mas de lo bajo que pueden caer los que
pregonan el regreso a las tribus mientras manden.
También encuentro grosero el empecinamiento del Consell en
catalogar como obra artística el espantoso edificio de Gesa que machaca el
Paseo Marítimo palmesano. ¿Es que están locos o tan solo piensan en la pela que
salvarán de las posibles indemnizaciones a Núñez? Ese edificio es una
vergüenza, una muestra del abominable utilitarismo de algunos arquitectos que
desprecian las sagradas proporciones y nada saben del apetito de belleza. Que
lo demuelan de una vez y harán un gran favor a la estética de Palma de
Mallorca.
¿Y qué decir de los colegios que condenan a la lengua
española a ser únicamente permitida en las clases de plástica y gimnasia? Pues
que además de groseros están chiflados por negar una educación real a sus
alumnos. Demuestran que lo que les escuece del TIL es la posibilidad de dar
algunas clases en español. El ibicenco, mallorquín y menorquín son considerados
como dialectos a desaparecer en loor del catalán. A Bauzá no le falta razón al
decir que monten un partido político. Que se junten al franquiciado socialista
(¡qué tristeza de partido expañol!), comunistas y nacionalistas y ganen unas
elecciones, si pueden, como un nuevo Frente Popular.
Hay una grosería que quiere sacar la cabeza por donde puede.
Si vence su progresismo decadente, la civilización occidental desaparece. Es
como lo que decía Salvador Dalí de los nazis: Si estos ganan, a los primeros a
los que liquidan es a los tipos como yo.
Es todo tan ridículo que a veces dan ganas de tirar la
toalla. El problema es que los fanáticos de la grosería jamás descansan.
Aplican su rodillo continuo contra alumnos, sociedad, democracia. Son como
talibanes destrozando los Budas en su pasión destructiva gritando viva la
estupidez.
Pero esta minoría no puede dictar su pesadilla a la mayoría
baleárica. Sería un retroceso monstruoso. Necesitamos más cortesía y sentido
común.
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