Los recientes atentados terroristas en Kenia castigan duramente
al turismo que proyectaba ir este verano al país. Les pasa últimamente justo
ante de los periodos vacacionales, sean en Navidad, Semana Santa o el estío,
como un oportuno torpedo en su poderosa industria turística.
El lugar del ataque, Mpeketoni, está a cuarenta kilómetros de
la legendaria isla de Lamu, donde no hay grandes hoteles y los viajeros tienen
alergia a cualquier viaje organizado. He vivido aventuras en esa isla bendita alejada de aberrantes turoperadores. Al estar libres de grandes complejos hoteleros, no notan tanto el
bajón. Siguen yendo los de siempre. No pasará lo mismo con Malindi, donde los
italianos son los principales inversores, ni con South Coast, llena de
intereses turísticos alemanes e ingleses.
Lo curioso y que nadie explica es la situación legal de costa
keniata. Tras la independencia del imperio británico—se acaban de cumplir
cincuenta años—Kenia aceptó que su costa siguiera regida por la ley del
sultanato de Omán, algo que incluso los ingleses respetaron. Sus habitantes son
de ascendencia musulmana desde hace siglos. Ahí puede estar la base del
conflicto, pues la mayoría política del país—en este caso kikuyu, de religión cristiana—aspira a manejar también
la costa y su poderoso mercado: Mombasa es el principal puerto de Africa del
Este.
Kenia es un país riquísimo y su clase política es la mejor
pagada del mundo, con un nivel de corrupción que, aunque parezca increíble,
deja en bragas al de España. Las tensiones entre China y Estados Unidos son
constantes en este gran país que es llave del próximo oleoducto, con todo el
petróleo de Sudán del Sur, que desembocará en el megaproyecto del puerto de
Lamu. A menos turistas, menos protestas…
El grupo terrorista Al Shabah reclama la autoría de los
atentados mientras exige la retirada de las tropas keniatas en la anárquica Somalia.
Pero las informaciones son oscuras en todo lo que respecta a este grupo de
reciente creación. Hay continuos rumores de conspiración de una violencia
interesada, de una geopolítica aparentemente incomprensible que es la misma que
ha arrasado países prósperos—en comparación con sus vecinos— como Irak, Libia y Siria, hoy en mucho peor situación de
la que tenían estaban con sus conocidos dictadores, que por otra parte
respetaban la diversidad religiosa.
Las informaciones periodísticas son incompletas y se
convierten en un arma de distracción masiva a beneficio del poder en la sombra.
A río revuelto, ganancia de algunos pescadores.