Duran
i Lleida pide tiempo para reflexionar sobre su papel en CIU. Sin duda es hombre
más cabal que su socio el Mas hortera todavía, y sabe jugar con los tiempos
hasta la exasperación. Lo que pasa es que en la dulce Cataluña han mareado
demasiado la perdiz. Las alianzas delirantes del Tripartit han sido secundadas
por la falta de seny de CIU y el resultado es que en la región más burguesa de
España ya solo ganan los comunistas.
La
última vez que me encontré a Duran en la calle fue en Jermyn Street, Londres.
El nacionalista catalán miraba extasiado un escaparate de zapatos Church´s. A
su lado había un hombre corpulento (¿el guardaespaldas?) y ambos formaban una
extraña pareja mirando paletamente el escaparate, como preguntándose si podrían
entrar. Lo reconocí mientras me dirigía a Davidoff, en la esquina con Saint
James. Entonces me dije: he ahí un burócrata español a punto de gastar ese dinero
público que no es de nadie.
Estuve un buen rato escogiendo puros. El
encargado jefe, un viejo encantador con arrugado rostro de galápago, enseguida
intuyó que no podría colocarme los cigarros dominicanos que hoy fabrica su casa, así que guiñó un ojo
mientras me abría la puertas de una cava habanera formidable. Bolívar, Juan
López, Larrañaga y Partagás fueron mis elecciones. Después el viejo me
recomendó una pipa para las cortas fumadas a la salida del pub, pues en Londres
también prohíben fumar, y me obsequió con una aromática mezcla, especial de a
casa, de tabaco de Virginia y Latakia.
Pues
bien, a la salida de Davidoff, mientras caminaba con un fragante tabaco
encendido, ¡volví a encontrarme a Durán frente al mismo escaparate!
Las
nubes del puro le hicieron parpadear. Cuba, la divina isla caribeña crisol de
mil razas, fue amada por muchos catalanes que allí hicieron negocio y placer. Se
sentían orgullosos de su origen y destino, sin hacer palurdos separatismos. Amaban
las mulatas, el ron, los puros y las lenguas española y catalana.
Pero
a Durán no se le contagió el cosmopolitismo. El político continuaba mirando el
escaparate. Era demasiado ridículo, así que yo seguí mi camino. Por eso mismo
pienso hoy, cuando el político pide tiempo, en que va para largo y desquiciará
a sus socios radicales, los mismos que pretenden anexionarse Baleares sin
consulta alguna.
Además,
abandonar la suite del Palace madrileño resulta más difícil que entrar en una
tienda de zapatos.
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