viernes, 4 de enero de 2013

VIVA VERDI



Verdi y Wagner se han colado este año en el Concierto de Año Nuevo. Los dos gigantes en vida y obra han dado la profundidad de los que han descendido a los infiernos y vivido para contarlo. Y se han mezclado bien con los alegres vieneses. Los valses tienen siempre una bendita ligereza que pone de buen humor. Son como un opiáceo con sabor a uva dorada que viene de la China de Europa (así se refería Nerval a la frívola Austria). Apasionan de tal forma que, hasta hace poco, había parturientas en los salones de baile, porque las mujeres encinta hacían aguas mientras daban vueltas vertiginosas. Incluso durante el célebre Congreso de Viena, cuando Talleyrand salvó a Francia gracias a las dotes culinarias de Careme, el emperador estuvo a punto de arruinarse porque fue una larguísima fiesta que hizo sentenciar al malicioso príncipe de Ligne: El Congreso no avanza, sino que danza. 

 Siempre he rechazado las insistentes invitaciones a acudir a tan magnífico encuentro musical, pues sé, que en caso de lograr la hazaña de ser puntual a hora tan intempestiva, mis efluvios alcohólicos se contagiarían a los músicos y acabaría bailando una polka con el director de orquesta.

Asocio el placer de los conciertos a la noche, pero me gusta escuchar las notas del vals cuando regreso de juerga. Adorna la memoria y permite aflorar una sonrisa a modo de retadora cimitarra por los pecadillos de la noche pasada. 

Tampoco encuentro excitante al público que da palmadas como marsopas en celo en cuanto empieza la marcha Radetzky. Pero es el vulgar totalitarismo que se nos viene encima. Recuerdo cómo durante un concierto en Salzburgo del gélido Mauricio Pollini, tuve que abofetear a un roncador nipón. Después marché al tórrido Babylon, donde todavía se guardan las formas en la mesa y en la cama.
Pero este año el mundo se tornará más auténtico. Nace la revolución contra la imposición de los bolas tristes abstemios que quieren prohibirnos tabaco, alcohol y revolcones. Recuperar el prohibido prohibir, la revolución hippie, el Ser antes que el Tener. 

Es necesario ganar terreno frente a la panda de puritanos (que nada tienen que ver con la pureza) que dictan normas cargándose la libertad individual y vulnerando la propiedad privada. El buenismo de pandereta, ladridos ladinos de nacionalistas corruptos, el querer tratarnos como niños de colegio a los que prohíben pisar la verde pradera…. La revolución siempre se pone en marcha durante la bendita Navidad. 

¡Feliz Año Nuevo!

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