miércoles, 30 de enero de 2013

LOS ASTADOS UNIDOS

 


Por mucho que se empeñen los publicistas baratos de Hollywood en airear su crepuscular desengaño vampírico, la cornamenta más famosa de la historia fue la que Helena impuso al plomo de Menelao. ¡¿Cómo puede uno casarse con una diosa y encima exigir fidelidad?!


Aunque tal vez fue solo una excusa para atacar Troya. Esas son las perversiones del contrato matrimonial, sostén del orden de la sociedad, el sistema del que huyen los vagabundos sensuales que comprenden que hay seres especiales nacidos de la espuma marina o la blancura daliniana de un huevo. Kama es el dios hindú del amor, Afrodita es la soberana del mundo, Helena es el simulacro formidable que hace flotar el huevo níveo sobre un terreno pantanoso.


Cuando cabalga en el aire la inmensa flecha del éxtasis lo mejor que se puede hacer es relajarse y disfrutar porque toda oposición será aniquilada; la voluntad, envenenada; la razón, burlada. La vida es demasiado fuerte y sabia como para querer domarla con complejos; y para todas las culturas del mundo la diosa más poderosa es la del amor.


Lo blasfemo es confesar el desliz al astado. Eso es una crueldad intolerable para deshacerse del peso de la conciencia y supone la imposición de una doble cornamenta: la física y la espiritual. A partir de ese maxi-cruel-momento-de-la-egoísta-confesión el astado odiará el género opuesto y se reunirá en clubes de astados para poner a caldo a la infiel. (Por la infiel comprendemos a cualquier persona de cualquier raza, sexo y religión que, actuando libremente o bajo el influjo de lo mágico, cae en la tentación y cree aquello de que cuando se viola un tabú, sucede algo estimulante.)


El sabio y prudente Horacio escribió que, ya antes de Helena, el coño fue causa horrenda de guerra. Fácilmente se juntan los astados unidos y marchan a hacer la guerra contra los que se atreven a vivir a su manera. El puritanismo es un peligroso estandarte y, si piensan que el objeto de su deseo era de su propiedad, es porque nada sabían del amor, de igual manera que un puritano en nada recuerda a la pureza, como un catalanista nada tiene que ver con Cataluña, como un pío del Mayflower que regala mantas infectadas de viruela a los pieles rojas nada tiene que ver con la piedad.


No hay juramento en las cosas de Afrodita.




sábado, 19 de enero de 2013

TABACO Y BIENESTAR




La civilizada Austria no conoce la crisis y permite fumar en sus bares, cafés y restoráns. Lo cual me hace filosofar, sentado en una mesa del Tomaselli, que existe una relación indudable entre la prohibición y los ciclos económicos.
 
Irlanda (¡el tigre celta!), Italia y Grecia fueron los primeros países en no permitir fumar en sus pubs, trattorías y tabernas. Los resultados han sido catastróficos. En Francia han perdido la dulzura de vivir y los galos llevan el ceño perennemente fruncido. Los anta-ño agradables pubs ingleses (sus nativos son probablemente los europeos más alérgicos al agua) son imposibles debido al olor a sudor que impregna sus maderas. Los alemanes se están socializando a marchas forzadas y tampoco dejan fumar (aunque este cronista encendiera un puro en las mismas narices de frau Merkel, en Bayreuth, durante el entreacto de Lohengrin). 
 
Y en España nos despeñamos en la crisis más feroz el día que Zoteparo dictó que no podíamos fumar, pasándose los habitáculos de fumadores, las reformas, la libertad individual y la propiedad privada por el forro. El ambiguo Rajoy dijo que modificaría tan decreto, pero a estas alturas ya sabemos que es uno de los mayores mentirosos del reino. La magnífica Defensora del Pueblo de entonces, María Luisa Cava de Llano, opinó que era algo dictatorial que atentaba contra derecho. Pero así seguimos, y, a no ser que vayamos a jugar a Eurovegas, no podremos encender un tabaco.
 
¿Qué vendrá ahora? La sociedad se ha vuelto demasiado cabestra. Ponen bromuro en agua para domar la voluntad del pueblo. ¿Prohibirán también el alcohol y deberemos pasear hipócritamente con un long island ice tea? Si esta crisis demuestra algo es que los políticos no sirven pa ná que no sea servirse (ya Groucho decía que un político era alguien que buscaba problemas, los encuentra, emite un diagnóstico falso y aplica la solución equivocada), que la Banca-que siempre gana- es una organización criminal, que los nacionalistas son todavía más tontos de lo que pensábamos…, y que el mundo está como una cabra. Nada nuevo bajo el sol, o sea.
 
Pero en Salzburgo, desde el café Tomaselli la realidad se torna mágica y muy agradable. Hay una cierta ligereza en el aire que recuerda a las notas de Mozart, quien tenía su casa aquí al lado, hoy visitada en masa por histéricos turistas asiáticos peinados a lo Lang Lang. Las austriacas, gélidas solo en apariencia, son mucho más interesantes pues son frívolas y altivas a la par que amorosas. Son las chinas de Europa.   



sábado, 12 de enero de 2013

JUGANDO AL AMOR




Don Juan y Casanova son muy diferentes: el seductor español es más tenebroso y rompe los nervios de sus amantes hasta volverlas histéricas, mientras que el veneciano solo piensa en dar y obtener placer, sin posesivos ni aburridos celos de por medio.

El médico humanista Gregorio Marañón señaló la posible homosexualidad de Don Juan. Pero no hay que hacer siempre caso de los médicos, aunque su estudio donjuanesco es magnífico y descubre que Tirso de Molina se basó en uno de los españoles más apasionantes del Siglo de Oro, el conde de Villamediana.

El Don Juan de Byron es sin embargo más casanovesco. Viaja gozosamente por el mundo y se erige en el rey del serrallo. Menos demoníaco que el de Zorrilla, y más dionisiaco, como bien corresponde al outsider británico que, pese a sus ínfulas de macho ambiguo y romántico siempre fue un esclavo de la mujer allá donde viajase huyendo de la puritana Inglaterra.

El de Torrente Ballester es modernamente impotente y precisa de otro hombre para culminar sus aventuras parisinas. Él corteja pero es otro quien se lleva la gata al agua.

Casanova era escritor, violinista, viajero, jugador, espléndido espadachín, mago, colaborador del libreto para el Don Giovanni de Mozart y Da Ponte, inventor de la lotería, filósofo un tanto aburrido (lo suyo era la acción) y conversador capaz de sacar de quicio a Voltaire…

Tuvo mil oportunidades de hacer fortuna, de medrar en cualquier corte de su tiempo, de dar un braguetazo sideral…pero todo lo tiraba por la borda en su amor a la aventura. De corazón gitano e inmensa curiosidad por la vida, no quiso atarse jamás. Se definía como un hombre libre y conoció a los personajes más interesantes de su época, pero acabó sus días arruinado, cuando las fuerzas, que no el deseo, le abandonaron y perdía los dientes, protegido como bibliotecario del castillo del conde de Waldstein –pariente del mundano príncipe de Ligne: “El Congreso de Viena no avanza sino que danza”— quien le lucía ante sus visitas como un indómito ejemplar del mundo dulce que se evaporaba tras la revolución burguesa.

Después le dejaban solo, y Casanova llenaba sus horas, en espera de la última dama, escribiendo unas prodigiosas memorias donde todo es placer y aventura sin maltrato psicológico. El encuentro de los cuerpos para gozarse y después ¡ciao!

Y casi siempre es él el burlado, pero con tal de no acostarse solo las perdona todo…


lunes, 7 de enero de 2013

REGALOS CÓSMICOS




Entre otros caprichos inconfesables, he pedido a los Reyes Magos puros habanos con aroma de mulata de Baracoa, armagnac dorado como los ojos de un leopardo y una princesa báltica tan irresistible como la Dagmar que patinaba por lagos helados envuelta en un abrigo de zorras isabelinas ante la enamorada mirada de Orlando.

Todavía no me he acercado a la chimenea a ver si sus majestades magas han accedido a mis deseos. Como sigo creyendo en ellos, tengo un atávico respeto al carbón que condene mi conducta cínica y libertina, mis coqueteos con creencias antiguas y paganas, mis licencias cada vez más habituales de vividor del aquí y ahora que desembocan en un relajamiento moral pero que también universaliza una ética que puede ser compartida por un jinete tártaro, un pescador esquimal o un aborigen australiano.

No, el deseo, como demasiado bien saben las coquetas, se agudiza en doloroso placer retardándolo y, antes de acercarme, me he preparado una copa que me servirá de airbag ante los choques de la cruda realidad y mitigará el resacoso martillo que atruena mis sienes. 

La copa en cuestión merece ser destacada. Consiste en ginebra y zumo de pomelo, recién hurtado de los lujuriosos campos de Buscastell—aunque reza la ley payesa que uno puede tomar del árbol ajeno lo que le quepa en las manos, con lo cual los Reyes Magos no deben tener en cuenta este acto rapaz—, unas gotas de angostura y media cucharadita de azúcar negra, siempre ardientemente negra. (Por cierto, ¡cómo está Buscastell! Si en verano encontré a una sirena nadando desnuda en una esmeraldina alberca, este invierno son hadas, duendes y alguna que otra bruja los que te saludan con un espontáneo bon día entre unos bancales coloridos de naranjos y limoneros, con los riachuelos cantando y creando una sensación absolutamente onírica cuya belleza espanta las penas. Yo solo digo mi cantar a quien conmigo va, pero me apetece sentirme majestuoso y haceros este regalo recomendándoos hacer un corte de mangas a la TV y demás costumbres deleznables, invitando a volver la vista a la naturaleza pitiusa. Eso sí, recordad que hay que peregrinar con alegría y respeto, la magia se evapora ante las conductas chabacanas.)

La copa me hace sentirme bien de nuevo con el mundo. Y brindo por el Niño a quien los Reyes adoran. El mensaje de alegría, gozo y bondad sigue vivo, aunque cerca del pesebre estén realizando una masacre y sigan matándose en nombre del mismo Dios. Si resbalase de nuevo a los mitos hinduistas tal vez acabaría creyendo, como el hassassin de Alamut, que nada es verdad y todo está permitido, que nada importa y todo retorna, pero prefiero, desde mi cómoda pero no ciega atalaya, creer que en el corazón del hombre sigue latiendo un niño que podrá dominar a los lobos.

Queridos Reyes Magos…

viernes, 4 de enero de 2013

VIVA VERDI



Verdi y Wagner se han colado este año en el Concierto de Año Nuevo. Los dos gigantes en vida y obra han dado la profundidad de los que han descendido a los infiernos y vivido para contarlo. Y se han mezclado bien con los alegres vieneses. Los valses tienen siempre una bendita ligereza que pone de buen humor. Son como un opiáceo con sabor a uva dorada que viene de la China de Europa (así se refería Nerval a la frívola Austria). Apasionan de tal forma que, hasta hace poco, había parturientas en los salones de baile, porque las mujeres encinta hacían aguas mientras daban vueltas vertiginosas. Incluso durante el célebre Congreso de Viena, cuando Talleyrand salvó a Francia gracias a las dotes culinarias de Careme, el emperador estuvo a punto de arruinarse porque fue una larguísima fiesta que hizo sentenciar al malicioso príncipe de Ligne: El Congreso no avanza, sino que danza. 

 Siempre he rechazado las insistentes invitaciones a acudir a tan magnífico encuentro musical, pues sé, que en caso de lograr la hazaña de ser puntual a hora tan intempestiva, mis efluvios alcohólicos se contagiarían a los músicos y acabaría bailando una polka con el director de orquesta.

Asocio el placer de los conciertos a la noche, pero me gusta escuchar las notas del vals cuando regreso de juerga. Adorna la memoria y permite aflorar una sonrisa a modo de retadora cimitarra por los pecadillos de la noche pasada. 

Tampoco encuentro excitante al público que da palmadas como marsopas en celo en cuanto empieza la marcha Radetzky. Pero es el vulgar totalitarismo que se nos viene encima. Recuerdo cómo durante un concierto en Salzburgo del gélido Mauricio Pollini, tuve que abofetear a un roncador nipón. Después marché al tórrido Babylon, donde todavía se guardan las formas en la mesa y en la cama.
Pero este año el mundo se tornará más auténtico. Nace la revolución contra la imposición de los bolas tristes abstemios que quieren prohibirnos tabaco, alcohol y revolcones. Recuperar el prohibido prohibir, la revolución hippie, el Ser antes que el Tener. 

Es necesario ganar terreno frente a la panda de puritanos (que nada tienen que ver con la pureza) que dictan normas cargándose la libertad individual y vulnerando la propiedad privada. El buenismo de pandereta, ladridos ladinos de nacionalistas corruptos, el querer tratarnos como niños de colegio a los que prohíben pisar la verde pradera…. La revolución siempre se pone en marcha durante la bendita Navidad. 

¡Feliz Año Nuevo!