Don Juan y Casanova son muy diferentes: el seductor español es más
tenebroso y rompe los nervios de sus amantes hasta volverlas histéricas,
mientras que el veneciano solo piensa en dar y obtener placer, sin posesivos ni
aburridos celos de por medio.
El médico humanista Gregorio Marañón señaló la posible homosexualidad
de Don Juan. Pero no hay que hacer siempre caso de los médicos, aunque su
estudio donjuanesco es magnífico y descubre que Tirso de Molina se basó en uno
de los españoles más apasionantes del Siglo de Oro, el conde de Villamediana.
El Don Juan de Byron es sin embargo más casanovesco. Viaja gozosamente
por el mundo y se erige en el rey del serrallo. Menos demoníaco que el de
Zorrilla, y más dionisiaco, como bien corresponde al outsider británico que,
pese a sus ínfulas de macho ambiguo y romántico siempre fue un esclavo de la
mujer allá donde viajase huyendo de la puritana Inglaterra.
El de Torrente Ballester es modernamente impotente y precisa de otro
hombre para culminar sus aventuras parisinas. Él corteja pero es otro quien se
lleva la gata al agua.
Casanova era escritor, violinista, viajero, jugador, espléndido
espadachín, mago, colaborador del libreto para el Don Giovanni de Mozart y Da
Ponte, inventor de la lotería, filósofo un tanto aburrido (lo suyo era la
acción) y conversador capaz de sacar de quicio a Voltaire…
Tuvo mil oportunidades de hacer fortuna, de medrar en cualquier corte
de su tiempo, de dar un braguetazo sideral…pero todo lo tiraba por la borda en
su amor a la aventura. De corazón gitano e inmensa curiosidad por la vida, no
quiso atarse jamás. Se definía como un hombre libre y conoció a los personajes
más interesantes de su época, pero acabó sus días arruinado, cuando las
fuerzas, que no el deseo, le abandonaron y perdía los dientes, protegido como
bibliotecario del castillo del conde de Waldstein –pariente del mundano
príncipe de Ligne: “El Congreso de Viena no avanza sino que danza”— quien le
lucía ante sus visitas como un indómito ejemplar del mundo dulce que se
evaporaba tras la revolución burguesa.
Después le dejaban solo, y Casanova llenaba sus horas, en espera de la
última dama, escribiendo unas prodigiosas memorias donde todo es placer y
aventura sin maltrato psicológico. El encuentro de los cuerpos para gozarse y
después ¡ciao!
Y casi siempre es él el burlado,
pero con tal de no acostarse solo las perdona todo…
Estimado Sr. Montojo,
ResponderEliminarDestripa usted a los personajes con una sutileza, una claridad y un ingenio tal que los llega a hacer casi suyos. ¡Que delicia de lectura! Espero impaciente sus próximos, inteligentes y descarados escritos.
Siempre suya,
TFN1
Magnifico Jorge! Se esperan más compentarios de estos dos "prototipos" de hombres sin igual que conseguían (sobre todo en el caso de Casanova) divertir a las mujeres!!!
ResponderEliminarDon Juan hace que la mujer se sienta "igual a todas", es decir, "todas le valen" y eso , creo, es lo peor que le puedes hacer a una mujer. Casanova hacía que "todas se considerasen diferentes" y, por su inteligencia, se sentía igual a ellas. Estaba con ellas porque las consideraba mucho más inteligentes que el género masculino, Y CON RAZON!!!
En cambio Don Juan es guapo, pero tonto...cualidades imperdonables en un hombre!
Mil besos Casanova!