lunes, 3 de junio de 2013


ASISTENT@S

Durante una cacería del grouse en Escocia, un viejo lord invitó a un millonario textil, prototipo del self made man. El millonario informó que iría acompañado de su asistente de tiro. Al lord del pareció algo shocking, pero accedió suponiendo que el hombre no había cogido una escopeta en su vida. Después de la cacería, el millonario quiso llevar a su asistente a la mesa. El viejo lord, ya sin poder contenerse, replicó al estilo Wodehouse: No sabía que también necesitaras un asistente para llevarte comida a la boca.
Yanquis y demás ralea anglocabrona empezaron esta moda para los banqueros que cobran bonus con las mismas ínfulas que un político demagogo utiliza sus dietas. Luego la cosa assistant se ha contagiado al resto de la sociedad.

En Ibiza vivimos días de inauguraciones y openings en los que se demuestra el hambre que se ha pasado durante el solitario invierno (aunque al conseller Delgado, que es más chulo que Wyatt Earp cantando My Darling Clementine, le parezcamos una isla desestacionalizada).
Tales eventos son perfectos para observar a la recién llegada fauna que sueña con el agosto. Ibiza rezuma de comisionistas prestos a ganar el sueldo de un año con la participación de la venta de una finca. Estos son tolerables mientras no vayan haciendo apología de sus actividades. Pero hay una nueva casta insufrible –surgió con la clase clubber— que se extiende preocupantemente por la isla. Son los personal assistant.

El personal assistant (todavía no he conocido uno que diga asistente personal, aunque proceda de Talavera de la Reina) está perpetuamente a la caza del visitante adinerado. En una extensión natural de su actividad también pueden ser Eating Assistant (anteriormente fueron camareros o algún maître que pretendía enseñar a comer a sus clientes, lo cual está muy de moda en los garitos de fusión donde nadie sabe lo que presenta su plato y suceden un par de envenenamientos masivos al año); e incluso Fucking Assistant (la procedencia para tal categoría pasa indefectiblemente por la experiencia en algún burdel de Tokio o el Babylon de Salzburgo).
Como carecen de conversación, para situarte en su escala personal siempre hacen rudas preguntas directas del tipo en qué trabajas o dónde vives, y yo respondo que tengo pozos de petróleo en Texas y vivo en las Cayman. Las consecuencias inmediatas acostumbran a ser tan agradables como sonrojadas, y uno puede tener un assist@ant gratuito por el resto de la noche.

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario