martes, 28 de mayo de 2013


LA METAMORFOSIS DEL PLAYBOY
 
Es aberrante el cambio experimentado por esa mítica especie de crápulas, calaveras, vividores…que hacían de la noche su campo de batalla. Las aventuras seductoras, burlas amorosas, regias cornamentas, brillantes estrategias para la conquista de una real hembra…eso es ya patrimonio de un pasado sensual. Ahora se lleva aguantar largas horas encerrado junto a miles de sudorosos seres que veneran la música del animal pinchadiscos. Los empresarios discotequeros que hacen negocio con el ocio, han ganado la batalla con la irrupción de un nuevo espécimen llamado clubber.

El clubber es un ser sin personalidad alguna, un zombi que se mueve en rebaños, cuyo guía son los relaciones públicas (ojalá fueran púbicas) y que, antes que rememorar los labios de una sirena varada en el amanecer de una playa homérica, prefiere recordar las sesiones del Dj de turno.

 ¿Es este el hedonismo que acusan y condenan los rígidos gurús new age de sectas y religiones? ¡Vaya gilipollez! Nunca ha sido tan fácil la manipulación de las masas ni la contención de la rebelde juventud cibernética (aunque en el mundo hay viejos niños y niños viejos, Picasso dixit). 

Fijaros en la divina Ibiza, mito de ácratas, artistas vitales y lobos solitarios. Paradójicamente de todas partes del planeta llegan miles de clubbers y fletan aviones solo para estar presentes en el opening de una comercial macrodiscoteca. Llegan, hacen cola, pagan 80 euros de entrada para hacinarse como cochinos, beben agua mineral a 15 euros el botellín, y procuran conseguir la pastillita mágica que les permita aguantar en una especie de trance colectivo-tribal, arrastrados por la corriente rítmica del río musical que brota de la cabina de su dios, el poderoso Dj.

Quien va a una discoteca para ligar es un animal prehistórico. Aunque puede haber casos en que si el clubber tiene novia, ésta, en su instinto femenino, deseará una escapada al monte. Entonces el superviviente playboy podrá fugarse con ella. Y al clubber ni siquiera le importará. Tal es el poder de la música electrónica (de ritmo sieg heil) que le absorbe el seso.

Y uno se la juega si invita a una al.lota a una galopada por el campo, a zambullirse a la luz de la luna en una cala solitaria, a bailar un bolero que permitirá saber por la cadencia si lo cuerpos se amarán espléndidamente en el lecho… Con semejantes ofrecimientos será tildado de sátiro y dinosaurio carroza.

¿Qué pintarían hoy amadores de hembras como Casanova o Porfirio Rubirosa? Posiblemente aburrirse como ostras en el socialismo de las macrodiscotecas. O eso o se harían de la brillante acera de enfrente, allá donde tod@s desean casarse burguesamente.

En cualquier caso hay que librarse de la masa y atreverse a ir por libre; to be a traveller in romance en vez de un esclavo electrónico. Es la forma de librarnos del pensamiento único y ponernos el mundo por montera, contra viento y marea en busca de las gozosas fuentes de la vida.

 

 

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