jueves, 12 de junio de 2014

LAS DUDAS DE DURAN


Duran i Lleida pide tiempo para reflexionar sobre su papel en CIU. Sin duda es hombre más cabal que su socio el Mas hortera todavía, y sabe jugar con los tiempos hasta la exasperación. Lo que pasa es que en la dulce Cataluña han mareado demasiado la perdiz. Las alianzas delirantes del Tripartit han sido secundadas por la falta de seny de CIU y el resultado es que en la región más burguesa de España ya solo ganan los comunistas.

La última vez que me encontré a Duran en la calle fue en Jermyn Street, Londres. El nacionalista catalán miraba extasiado un escaparate de zapatos Church´s. A su lado había un hombre corpulento (¿el guardaespaldas?) y ambos formaban una extraña pareja mirando paletamente el escaparate, como preguntándose si podrían entrar. Lo reconocí mientras me dirigía a Davidoff, en la esquina con Saint James. Entonces me dije: he ahí un burócrata español a punto de gastar ese dinero público que no es de nadie.

 Estuve un buen rato escogiendo puros. El encargado jefe, un viejo encantador con arrugado rostro de galápago, enseguida intuyó que no podría colocarme los cigarros dominicanos que  hoy fabrica su casa, así que guiñó un ojo mientras me abría la puertas de una cava habanera formidable. Bolívar, Juan López, Larrañaga y Partagás fueron mis elecciones. Después el viejo me recomendó una pipa para las cortas fumadas a la salida del pub, pues en Londres también prohíben fumar, y me obsequió con una aromática mezcla, especial de a casa, de tabaco de Virginia y Latakia.

Pues bien, a la salida de Davidoff, mientras caminaba con un fragante tabaco encendido, ¡volví a encontrarme a Durán frente al mismo escaparate!

Las nubes del puro le hicieron parpadear. Cuba, la divina isla caribeña crisol de mil razas, fue amada por muchos catalanes que allí hicieron negocio y placer. Se sentían orgullosos de su origen y destino, sin hacer palurdos separatismos. Amaban las mulatas, el ron, los puros y las lenguas española y catalana. 

Pero a Durán no se le contagió el cosmopolitismo. El político continuaba mirando el escaparate. Era demasiado ridículo, así que yo seguí mi camino. Por eso mismo pienso hoy, cuando el político pide tiempo, en que va para largo y desquiciará a sus socios radicales, los mismos que pretenden anexionarse Baleares sin consulta alguna.

Además, abandonar la suite del Palace madrileño resulta más difícil que entrar en una tienda de zapatos.

 

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