martes, 21 de mayo de 2013


BRUSELAS CONTRA EL PORRÓN


La organización de distracción masiva que forman los filisteos de Bruselas da otra prueba de a qué dedica su tiempo espléndidamente pagado. La nueva guerra es al aceite de oliva que bares y restaurantes tienen en porrones. Ahora tendrá que ser presentado en abominables recipientes de plástico, como los que ofrecen en aviones y hospitales. Por lo visto las garrafas que todo buen restaurador guarda para luego rellenar los porrones de sus mesas, son sospechosas para los burrócratas. (¿Harán lo mismo con la mantequilla, el jabón o los rollos higiénicos del baño?)
 Es como si el zoteparismo dedicado a destruir España durante ocho años se hubiese contagiado a la Unión Europea. Herr Merkel y mademoiselle Hollande no están por arreglar las cosas. La alemana es una comunista adaptada a conveniencia y el socialista francés nunca imaginó habitar el Elíseo hasta que al petit Napoleon de su antecesor se le ocurrió bombardear Libia (con la colaboración de la pacifista Chacón) y dejar vía libre al poder fundamentalista.
Europa está mandada por unos aprovechados bolas tristes que pregonan un buenismo oficial para camuflar su dictadura. Pero claro, ya sabemos que son la morralla, los detritus que los partidos nacionales mandan a un retiro dorado para que no den la lata en casa. Aunque luego salen rana, como el chivato Almunia, al cual sus antiguos camaradas redescubren como un gran batracio venenoso.

La única salida vendrá de la propia sociedad (long live the revolution) harta de unos impuestos confiscatorios y las intromisiones que limitan la libertad individual, sobre la que—mal que pese a los totalitaristas—se asienta el progreso de la civilización occidental. Pero hoy manda la pasión por prohibir y todos violamos unas cuantas leyes antes de acostarnos, la mayoría de ellas involuntariamente. Si el Big Brother quisiera, dormiríamos en la trena. Por eso están en auge las filosofías del underground. 

La prohibición del tabaco coincidió con el pistoletazo de la crisis. Con lógica aristotélica me atrevo a afirmar que cuando tal prohibición desaparezca, regresarán las vacas gordas. Es una cuestión mágica.

 

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