SWINGING NAUTICO
El dandy decadente de la brillante acera de enfrente, Oscar
Wilde, ya decía que las cadenas del matrimonio son tan pesadas que se necesitan
más de dos personas para poder soportarlas. Tal vez por eso el swinging o
intercambio de parejas está muy de moda, también en las anárquicas Pitiusas.
Nada que objetar, naturalmente, aunque uno siempre prefiere la aventura de un
safari nocturno, el encuentro furtivo en una cala o incluso el ligue proteínico
en la cola del mercado. Pero vivimos una época de proliferación de sectas que
se hacen llamar clubes. La gente tiene miedo a sentirse sola y ese gozo divino
que es la sagrada espontaneidad ha sido desbancado por la planificación
absoluta, llegando al punto de saber dónde y cuándo la recíproca cornamenta con
la parienta se hará efectiva.
Ayer mismo, fondeado al pie de Sa Foradada, cerca de cala
Salada, un barco fletado únicamente para el swinging se dejaba ver a pocos
metros de la costa. El espectáculo hubiera hecho las delicias de Calígula, pues
la orgía en cubierta era desenfrenada. Varias casas sacaron sus telescopios e
incluso un vecino fue más allá del triste voyeurismo y se dedicó a grabar la
cópula de unas veinte parejas que cambiaban según fuerzas y voluntad.
Pero lo verdaderamente grosero es que la panda de
exhibicionistas se agitaba al ritmo abominable de un bakalao electrónico a un
volumen ensordecedor. Destrozaban la armonía de la tarde y cualquier delicia
erótica con esa música solo apta para nanotecnólogos o zombis de pastillita
(también follaban como robots, se notaba que no conocían la cadencia del
bolero, el sabor del calypso, la dulzura de la samba, el galope del mambo…)
El estado del ánimo es un ritmo, y la sociedad se está
embruteciendo vertiginosamente, olvidando la cortesía e ignorando el sentido
común. Occidente ha logrado la mayor opulencia general de la historia, pero la
parte animalesca del hombre tira al monte. ¿Por qué si no la cultura es hoy la
última mona? ¿Y el paleto sacrilegio de muchos festivales, vivos gracias a
subvenciones públicas, pero que machacan las obras de Wagner y Verdi con
puestas en escena grotescas?
Pero la orgía más repelente es la de la secta política. Vuelven
a subir la electricidad (ya hay pocas orgías a la luz de las velas) y todos los
impuestos para—se excusan—evitar la quiebra a la que su incapacidad ha
conducido directamente. Está claro que los políticos no dan la talla.
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