EL PRIMER BOCADO
Un estudio de una puritana universidad americana afirma que
la primera comida de las lagartijas determinará su dieta y conducta por el
resto de su vida. Tiene sentido. Personalmente probé antes un champagne que la
leche materna (madre no hay más que una y me ha tocado a mí) y ciertamente tal
costumbre familiar nos distingue de la gran masa de mamíferos amigos.
En el caso reptil, si
el bebé lagartija muerde el dedo gordo del pie de una ragazza dorándose en las dunas de Migjorn, estará irremisiblemente perdido. El sabor es tan gozoso que
creará una adicción capaz de durar toda la vida, aunque nada existe más voluble
sobre la faz de la tierra que el capricho de las italianas...
Pero lo de la primera comida da que pensar. ¿Por qué hay
niños tan gordos en nuestra opulenta sociedad? En España presumimos de una
cocina excelente y eso puede ser cierto en la mayoría de las casas (si las
comparamos con las anglocabronas) y muchos restaurantes, pero fracasamos
estrepitosamente en colegios y hospitales, donde el rancho suele ser
abominable.
Existe una salvaje guerra al tabaco que recuerda a la
histérica Ley Seca, cuando las damas paseaban en las fiestas abstemias
alrededor de la piscina con un long island ice tea (vodka, gin, ron blanco,
tequila, cointreau y un poquito de cocacola para darle un color a té). Pero
todavía no se ha presentado una batalla adecuada a algo mucho más necesario
como es la alimentación. Hay terribles sospechas sobre multinacionales como
Monsanto, que manipulan los genes de la comida y fabrican sus propios bancos de
semillas (y pesticidas) que harán que los labradores dependan de ellos
eternamente. Es el control de la alimentación mundial y una forma de aniquilar
la sostenibilidad agraria.
La carne de vacuno
hormonada es otra aberración sobre la que se asientan la proteínas de la mitad
de la población mundial (la otra mitad no ha visto un filete en su vida: en el
zoo de La Habana, tras la caída del Muro de Berlín, rugía el único león
vegetariano del mundo). Pero el debate sobre estas salvajadas no ocupa gran
espacio en los medios. Prefieren cargar contra el holy smoke, el humo sagrado
del tabaco que nos acompaña e inspira desde el Nuevo Mundo. Pero en vez de
luchar contra las multinacionales que añaden aditivos a los cigarrillos, van
contra todos y no distinguen el puro de la paja.
Deliciosamente frívolo. Qué gustazo (éste y los anteriores)
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