TAMPVODKA
La nueva moda del verano entre las hordas británicas se llama
tampvodka. Aunque parezca increíble, consiste en mojar un tampax con vodka y
luego utilizarlo como mejor convenga. El resultado suele ser una cogorza
instantánea y un lavado de bajos de lo más efectivo.
He encontrado diferentes reacciones al tampvodka entre mis
amigos ingleses:
1-How disgusting!
2-I don´t
believe it.
3-What a
waste of vodka!
4-At least
the cunt (in cockney: see you next Tuesday!)
is clean.
5-We´ll make
a Pussy Flambeé of it.
El tampvodka puede ser un antídoto contra el garrafón que
sirven en demasiados garitos. Los síntomas del alcohol adulterado coinciden con
los de la malaria y duran varios días. Dolor espantoso de cabeza, sequedad
bucal, mareo…y cuando quieres leer la prensa te parece que está escrita en
japonés.
Cuando vamos a la fiesta en una casa de amigos y bebemos el
triple de lo acostumbrado nos levantamos divinamente. O si acaso desayunamos un
Bloody Mary que limpiará las telarañas alcohólicas. En cambio si haces una ruta
de bares, aunque pagues a precio de oro las copas, se corre serio peligro de
que las tres mañanas siguientes sean abominables.
¿Por qué tanta
codicia? Ya hace miles de años el código de Hamurabi prescribía que al
tabernero que adulteraba el vino se le ahogaría en su propio tonel. Algo
parecido habría que hacer con tanto gañán codicioso que se aprovecha de la boca
caliente del bebedor.
Alcohol es una palabra de origen árabe que hace referencia al
espíritu sanador. El problema es cuando se adultera, porque sienta como un
matarratas. Lo mismo pasa con la sagrada hoja de los Andes. ¿Qué tiene que ver
la cocaína con las rayas que ofrece un
camello sin misericordia? Pero hoy el principal peligro son las pastillitas
psicodélicas, imprescindibles para no morir de aburrimiento con la espantosa
música electrónica. A no ser que se tenga un laboratorio particular, no son
nada recomendables.
Hay especialistas que defienden que todas las drogas deberían
ser legales para los mayores de 65 años, como un bonus de retiro para irse a
criar malvas con una sonrisa placentera, acabando con el agrio debate de la
eutanasia. Pero podrían ser legales mucho antes, con información y sensibilidad
y, al menos, uno sabría qué se está metiendo en el cuerpo. Sin duda seguiría
habiendo gañanes adulterándolo todo para el mercado negro, pero siempre habría
la posibilidad de correrse una buena juerga en casa. Si hubiera tantos
controladores de las bebidas en los bares como chivatos antitabaco, entonces sí
que lograríamos una sociedad sana.
Pero esto del tampvodka no me convence. Una morena de
Manchester me lo ofreció ayer en San Antonio de Portmany, creyéndose una
bíblica Eva.
Escogí el paraíso.
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