miércoles, 10 de julio de 2013


TAMPVODKA


La nueva moda del verano entre las hordas británicas se llama tampvodka. Aunque parezca increíble, consiste en mojar un tampax con vodka y luego utilizarlo como mejor convenga. El resultado suele ser una cogorza instantánea y un lavado de bajos de lo más efectivo.

He encontrado diferentes reacciones al tampvodka entre mis amigos ingleses:

1-How disgusting!

2-I don´t believe it.

3-What a waste of vodka!

4-At least the cunt  (in cockney: see you next Tuesday!) is clean.

5-We´ll make a Pussy Flambeé of it.

El tampvodka puede ser un antídoto contra el garrafón que sirven en demasiados garitos. Los síntomas del alcohol adulterado coinciden con los de la malaria y duran varios días. Dolor espantoso de cabeza, sequedad bucal, mareo…y cuando quieres leer la prensa te parece que está escrita en japonés.

Cuando vamos a la fiesta en una casa de amigos y bebemos el triple de lo acostumbrado nos levantamos divinamente. O si acaso desayunamos un Bloody Mary que limpiará las telarañas alcohólicas. En cambio si haces una ruta de bares, aunque pagues a precio de oro las copas, se corre serio peligro de que las tres mañanas siguientes sean abominables.

 ¿Por qué tanta codicia? Ya hace miles de años el código de Hamurabi prescribía que al tabernero que adulteraba el vino se le ahogaría en su propio tonel. Algo parecido habría que hacer con tanto gañán codicioso que se aprovecha de la boca caliente del bebedor.

Alcohol es una palabra de origen árabe que hace referencia al espíritu sanador. El problema es cuando se adultera, porque sienta como un matarratas. Lo mismo pasa con la sagrada hoja de los Andes. ¿Qué tiene que ver la cocaína con las rayas que  ofrece un camello sin misericordia? Pero hoy el principal peligro son las pastillitas psicodélicas, imprescindibles para no morir de aburrimiento con la espantosa música electrónica. A no ser que se tenga un laboratorio particular, no son nada recomendables.

Hay especialistas que defienden que todas las drogas deberían ser legales para los mayores de 65 años, como un bonus de retiro para irse a criar malvas con una sonrisa placentera, acabando con el agrio debate de la eutanasia. Pero podrían ser legales mucho antes, con información y sensibilidad y, al menos, uno sabría qué se está metiendo en el cuerpo. Sin duda seguiría habiendo gañanes adulterándolo todo para el mercado negro, pero siempre habría la posibilidad de correrse una buena juerga en casa. Si hubiera tantos controladores de las bebidas en los bares como chivatos antitabaco, entonces sí que lograríamos una sociedad sana.

Pero esto del tampvodka no me convence. Una morena de Manchester me lo ofreció ayer en San Antonio de Portmany, creyéndose una bíblica Eva.

Escogí el paraíso.

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