POR UNA CABRA
La razón fue el titular de un hombre condenado a diez años de
cárcel por violar una cabra. Por lo visto el criminal vive cerca de Malindi,
que es una franja costera tan dominada por italianos como Formentera en
Ferragosto. El tipo estaba desesperado de ver a las coquetas ragazzas dorándose
en las blancas arenas y se aliviaba con la cabra de su vecino. Fue descubierto in fraganti por un caminante que eligió el mismo arbusto para practicar sus necesidades. Luego se enteró toda la aldea.
Esto de la zoofilia es bastante internacional y no entiende de
clases. Es bien sabido que en ciertas áreas de Suiza los pollos son muy
populares. Salvador Dalí gustaba sodomizar a un pato mientras le degollaba, rodeado de hermosas fulanas, en un burdel catalán. En la antigua Roma, la mujer de un césar, después de tirarse a la
mitad de las legiones, sintió apetito irrefrenable por un burro lustroso. La
delicada Pasifae se disfrazó de vaca para ser montada por un toro blanco...
Reconozco mi ignorancia en saber cuando una cabra da o no su
consentimiento. En España y Grecia los amores entre pastores y cabras y ovejas
son legendarios y dan pie a fábulas y mitologías. Pero el magistrado keniata ha
decidido que, en su opinión, el animal ha sido claramente molestado y, aunque
el violador ya ha mostrado arrepentimiento, parece que nada, salvo que la cabra
hable, podrá librarle de la cárcel. (Hay que destacar que la víctima estuvo
presente durante el juicio)
He preparado otra copa para recuperarme de la impresión. Paseo
la vista sobre un paraje solitario y paradisiaco. No hay turistas ni aberrantes
hoteles todo incluido (dan una sensación de tristeza proletaria). Los indígenas
de esta zona parecen vivir felices, sin asomo de la prostitución que
inevitablemente trae el turismo. Son gente digna y hermosa que me dejan leer
tranquilo y bañarme en la mar de Simbad tal y como Dios me trajo al mundo. Hay
Afroditas de ébano de paso imperial con las cuales un español siempre coquetea.
Es lo contrario del racismo anglosajón, que se la coge con papel de fumar
siempre que sale del club o va más allá una conversación sobre el criquet.
Karen Blixen, alias Isak Dinesen, fue una maravillosa
escritora enamorada de su granja en Africa. Sus amores con un inglés libre y
romántico (los ingleses libres son pocos, pero magníficos) se volcaron en el
cine dirigidos por Sidney Pollack. Brindo por ella desde esta cabaña
privilegiada, dándome cuenta de que, tal y como dicen los modernos, todos somos
iguales, pero hay unos más iguales que otros.
Su marido, el barón Blixen, llevó la cornamenta con
elegancia. Cierto es que también era aficionado al adulterio y se le recuerda
como uno de los mejores whitehunters de Africa.
Jorge Amado decía que al sur del Ecuador no existe el pecado.
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