lunes, 2 de diciembre de 2013

MORDER O COMER


Dios bendiga a aquellos que mueren jóvenes. Jimmy Hendrix hubiera cumplido estos días 72 años. Pero Hey Joe, All along the watchtower…, siempre estarán con nosotros. Hoy nadie se atrevería a dar una dentellada a la guitarra, como cuando Hendrix tocaba las cuerdas eléctricas con sus dientes; sería como si una estrella de rock reconstruyese sus labios al estilo Mick Jagger.

Me lo recuerda un viajero a quien he conocido en una divertida cena en Mombasa. Es un tipo peculiar, imposible de cuadrar en las crudas estadísticas de ningún sociólogo. Asistió al último concierto de Hendrix y también estuvo en el que Bob Marley dio en la plaza de toros de Ibiza. Solía bailar en el Club San Rafael y cenar en Sausalito. Recuerda Ibiza como la isla más excitante del mundo y, aunque respeta los cambios lúdicos, prefiere no bailar en una macrodiscoteca. Podría ser uno de esos elefantes que estudió Mariano Planells, pero sigue muy vivo y practica la máxima de follow your bliss.

Mombasa es un punto neurálgico de negocios en África del Este y, como Mallorca, también es un destino favorito de turistas alemanes e ingleses. Tal vez por eso en demasiados sitios practican la globalización gastronómica, pese a que, entre otras delicias, cuentan con unos pescados y una carne excelentes y preparan un arroz sublime. Un California roll puede estar ok, pero prefiero enrollarme en Malibú beach con una hermosa mujer, preferiblemente sin relleno de aguacate. ¿Qué tienen de malo las samosas? Y por mucho que ofrezcan paella, la dejo para cuando regrese a España. Es uno de los efectos de la globalización que pretende uniformizar el sabor y el gusto de la población: El sueño de las multinacionales alimentarias y los macarrónicos chefs. ¿Qué tiene de malo probar la cocina local de los sitios que se visita? ¿Para qué viajar sin uno no aprecia el gusto de otras culturas?

Para la generación de tristes consumidores de fast-fat-food que jamás han probado una perdiz o un faisán junto a un buen rioja en vez de una bebida gaseosa, Hendrix es tan desconocido como Mozart y Beethoven. (Recuerdo que hace años una sonrisa se dibujó en mi cara cuando vi cómo una adolescente, ante la colección de vinilos de su padre, exclamaba: “¡No sabía que hicieran CDs tan enormes!”)  

 La música contemporánea está absolutamente inspirada por ritmos ancestrales de Africa. Ya planeo ir al festival de Zanzíbar navegando en un dhow de vela latina…

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