Dios bendiga a aquellos que mueren jóvenes. Jimmy Hendrix
hubiera cumplido estos días 72 años. Pero Hey Joe, All along the watchtower…, siempre
estarán con nosotros. Hoy nadie se atrevería a dar una dentellada a la guitarra,
como cuando Hendrix tocaba las cuerdas eléctricas con sus dientes; sería como
si una estrella de rock reconstruyese sus labios al estilo Mick Jagger.
Me lo recuerda un viajero a quien he conocido en una divertida
cena en Mombasa. Es un tipo peculiar, imposible de cuadrar en las crudas
estadísticas de ningún sociólogo. Asistió al último concierto de Hendrix y
también estuvo en el que Bob Marley dio en la plaza de toros de Ibiza. Solía
bailar en el Club San Rafael y cenar en Sausalito. Recuerda Ibiza como la isla
más excitante del mundo y, aunque respeta los cambios lúdicos, prefiere no
bailar en una macrodiscoteca. Podría ser uno de esos elefantes que estudió
Mariano Planells, pero sigue muy vivo y practica la máxima de follow your
bliss.
Mombasa es un punto neurálgico de negocios en África del Este
y, como Mallorca, también es un destino favorito de turistas alemanes e
ingleses. Tal vez por eso en demasiados sitios practican la globalización
gastronómica, pese a que, entre otras delicias, cuentan con unos pescados y una
carne excelentes y preparan un arroz sublime. Un California roll puede estar ok,
pero prefiero enrollarme en Malibú beach con una hermosa mujer, preferiblemente
sin relleno de aguacate. ¿Qué tienen de malo las samosas? Y por mucho que
ofrezcan paella, la dejo para cuando regrese a España. Es uno de los efectos de
la globalización que pretende uniformizar el sabor y el gusto de la población:
El sueño de las multinacionales alimentarias y los macarrónicos chefs. ¿Qué
tiene de malo probar la cocina local de los sitios que se visita? ¿Para qué
viajar sin uno no aprecia el gusto de otras culturas?
Para la generación de tristes consumidores de fast-fat-food
que jamás han probado una perdiz o un faisán junto a un buen rioja en vez de
una bebida gaseosa, Hendrix es tan desconocido como Mozart y Beethoven.
(Recuerdo que hace años una sonrisa se dibujó en mi cara cuando vi cómo una
adolescente, ante la colección de vinilos de su padre, exclamaba: “¡No sabía
que hicieran CDs tan enormes!”)
La música contemporánea
está absolutamente inspirada por ritmos ancestrales de Africa. Ya planeo ir al
festival de Zanzíbar navegando en un dhow de vela latina…
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