ALEMANES CON SENY
Los alemanes conocen muy bien lo que es el
nacional-socialismo, y justo es que den la voz de alarma cuando observan
conductas escalofriantes a su alrededor. El silencio de pasotas, tibios y
cobardes, como demuestra repetitivamente la historia, se paga muy caro en
cualquier latitud. Ese silencio permite que gente repelente se sitúe en el
poder e imponga su dictadura de vulgar pesadilla, y entonces sí que ya no hay
quien hable libremente.
En Baleares fue Alvaro Middelman quien se negó a tragar las
ruedas de molino del Pacte de Progres, cuando querían obligar a las azafatas de
Air Berlin a hablar en catalán. El alemán se negó a tal imposición de una
facción catalanista, y le llamaron nazi.
Ahora en Barcelona ha salido un grupo de directivos alemanes
a denunciar la intolerable presión del rodillo del burgués Mas hortera todavía
y su socio comunista, el miedo de tanto empresario catalán que ve cómo van
radicalizando los nacionalistas su tierra. Naturalmente los esclavos sin
imaginación—esclavo, como decía el genial Gore Vidal es aquél que es incapaz de
hacer poesía—también le llaman nazi.
Pero a mi estos alemanes me parecen todo lo contrario de un nazi,
pues defienden la libertad y son valientes a la hora de encararse con un poder
nacionalista que sueña hacer tinta bermeja con la sangre de los que piensan
diferentemente.
¡Olé por estos germanos! Dan una lección de atreverse a
hablar contra una corriente que silencia a demasiados españoles, que temen que
sus negocios sean torpedeados por los burrócratas de la secesión.
En España la torpeza de los políticos ha dado alas a los
radicales. Tanto conservadores como progresistas han preferido pactar con enemigos
del estado antes que entre ellos. En Baleares fue el PP quien impidió estudiar
en español—la lengua más importante del planeta junto al inglés—y dio alas a
tanto cainita profesor. Y ahora que Bauzá pretende que al menos un tercio de
las clases puedan estudiarse en la lengua de todos los españoles, los docentes
de la comunidad con mayor fracaso escolar de Europa—hay que joderse, menuda
autoridad que tienen para dar clases—quieren montarle una revolución a costa de
castigar a los alumnos.
Es todo tan esperpéntico que resulta muy español. Pero como
los nacionalistas acostumbran a ser gente de reducida cultura más allá de la
tribu, pues no pueden darse cuenta.
Por eso viene muy bien que unos valientes alemanes demuestren
que se puede decir basta a tanta gilipollez.
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