lunes, 26 de mayo de 2014

AMOR Y LENGUA

 

Pese a la obcecación de algunos pulgarcitos tribales, en las cosmopolitas Baleares tenemos una diversidad lingüística realmente maravillosa. A no ser que sean nacionalistas, es incomprensible que les moleste que se pueda tener la opción de estudiar en español; a no ser que sean terriblemente provincianos es inexplicable que critiquen la formación en esa lengua bárbara que es el inglés, pero que hoy abre útilmente las puertas del mundo comerciante. Es curioso tal empecinamiento cuando hay estudios de la UIB que revelan que en Baleares se hablan hasta 160 lenguas diferentes.

Según la Biblia in illo témpore los hombres nos entendíamos en una sola lengua, pero entonces nos volvimos vanidosos y quisimos echar un pulso al justiciero Dios del Antiguo Testamento con la Torre de Babel, el antepasado de los modernos pepinos arquitectónicos.

Las consecuencias son conocidas: la torre se despeñó al tiempo que los hombres empezaron a hablar lenguas diferentes, se dividieron aún más en sectas y tribus y, aburridos, se lanzaron a la guerra. Algunos antropólogos esotéricos opinan que antes podíamos comunicarnos telepáticamente y que por eso hablábamos el mismo idioma, incluso con el resto de animales. Fue un don que se perdió y hoy sólo el que bebe de la sangre del dragón puede entender el lenguaje de los pájaros.

Aunque es agradable sentirse amado en lenguas diferentes. Cada vez que critico la espantosa sonoridad de un determinado idioma, milagrosamente sucede que conozco a alguien deseable que me habla de amor en esa precisa lengua. Y entonces cambio mi opinión, porque no existe idioma que no se torne hermoso cuando se habla amorosamente.

La voz es fundamental porque muestra el alma. Esto es sabido por los estudiosos del canto. Una voz pura, como la de Maria Callas, es un regalo divino. Hoy muchos cantantes enmascaran demasiado su voz porque no llegan a dar las notas, y el resultado es falso y enerva aunque engañe a los duros de oído. Lo fundamental es sacar la voz que cada uno llevamos dentro, que siempre es atractiva cuando es auténtica. Las palabras pueden engañar pero los matices de la voz, para quien sabe escuchar, revelan mucho de la persona aunque no se entienda lo que habla.

Las diversas lenguas son una inmensa riqueza cultural además de una magnífica gimnasia mental. Debemos mimarlas, pero no utilizarlas como hacha divisor, tal y como hacen las folclóricas regionalistas, quienes destrozan todo hechizo sonoro hablando a gritos.

El canto merece ser asignatura obligatoria.

 

jueves, 22 de mayo de 2014


STRIPTEASE  ESCALOFRIANTE

El hallazgo de un mortero de la Guerra Civil en un jardín de Menorca me recuerda a una historia de un tío abuelo, marino y coleccionista de armas, que tenía una bomba de la Grande Armée de Napoleón junto a la chimenea de su casa. La bomba terminó por estallar y a al tío le llamaban en familia la última víctima de la Guerra de Independencia. El susto le animó a casarse, ya cumplidos los setenta.

Durante la lucha contra Napoleón y su hermano, Pepe Botella, cuando Castaños derrotó en Bailén al ejército de Dupont (“Monsieur, os entrego esta espada que ha ganado más de cien batallas”. “Pues yo es la primera que gano.”, dialogaron ambos generales), España deseaba a un rey que resultó nefasto después de ser prisionero de Talleyrand, un cínico genial (“La traición es una simple cuestión de fechas”, decía a sus queridas) que también jugó con  la Revolución, el Terror, Bonaparte y Luis XVIII.

España hoy tiene un gran rey—salvo para puritanos y freewillys su balance es abrumadoramente positivo—y unos políticos nefastos. Los debates muestran una gente terriblemente mediocre, incapaz siquiera de adornarse con la picardía que se presume a los bandoleros. No van más allá de mostrar las estadísticas que pueden beneficiarles. Pero ya Winston Churchill decía que las estadísticas son como un bikini: Muestran datos interesantes, pero esconden lo realmente importante.

Nuestros políticos desnudan sus carencias cada vez que se salen de un mitin. Pero es un striptease escalofriante. Parecen marcianos que nada tienen que ver con la sociedad que representan. Y lo terrible es que cada vez son más. Por eso mismo, tal y como decía el Marx bueno (Groucho), deben buscar problemas, encontrarlos, emitir diagnósticos falsos y aplicar soluciones equivocadas.

Uno que también se desnuda es Albert Rivera. Pero lo hace inteligentemente. Muchos populares y socialistas directamente querrían encerrarle en el castillo de Bellver, como a Jovellanos, pero Rivera se resiste y va ganando votos porque habla valiente y con sentido común. Dicen que lo suyo es una utopía, pero ya es la tercera fuerza de Cataluña. Es el único que crea ilusión y amarga el sueño de Rosa Díez, quien se negó a pactar con él por no considerarle serio. Gravísimo error de la perseguidora de Mingote. El ego, ese pequeño argentino que todos llevamos dentro, impidió a Díez asociarse con alguien que la haría sombra. Hoy serían la alternativa al bipartidismo paquidérmico.

 

jueves, 15 de mayo de 2014

CORTEJO MEDIEVAL


El viajero siempre encuentra aventuras al subir a Dalt Vila, la polis más antigua de las Islas Baleares, habitualmente bronceada de silencios pero que estos días toma un baño de multitudes y bulle inmersa en una feria medieval tan postiza como divertida.

Al escalar las cuestas de la ciudad vieja te das da cuenta que los de antes debían estar muy en forma, no necesitaban suplementos vitamínicos, ni hacer footing o ciclismo espantosamente ataviados con mallas fosforescentes.

A no ser que uno siga el delirante entrenamiento del gallego Ricardo Fernández, a base de nécoras y ribeiro, que marcha el domingo a correr veintiún kilómetros por la ardiente Formentera (ya son ganas y aficiones masoquistas, pero cada uno es como Dios le ha hecho y a veces incluso peor), la subida al magnífico Dalt Vila es una dura prueba en la que son fundamentales las tabernas que acogen al peregrino como un oasis en el desierto.

Los mercadillos y los escotes de las mozas también resultan un magnífico empuje. Luego, cuando se ha coronado algún baluarte, invade un olor a fritanga de calamares, morcilla, chorizo y un gentío que por su apetito pantagruélico parece que lleva pasando hambre generaciones.

Mi aventura comenzó cuando en el Montesol, tomando un vodkatonic (han puesto aberrantes sillas de plástico, pero al menos siguen trayendo la botella a la mesa para servir la copa como Dios manda), una estarlette, una mis Mayo de no hace demasiados años, se sentó a mi lado para beber su ginebra. Naturalmente la charla fue ayudada por las brumas etílicas—lo que el alcohol ha unido, que no lo separe el hombre—y decidimos dar un  paseo medieval, con este nada humilde cronista proyectando su derecho de pernada.

El paseo fue magnífico y agotador, pero las bien torneadas piernas de miss Mayo realmente eran un aliciente que daba alas. Debo señalar que las bestias que descansaban en una especie de pesebre eran los seres que mejor olían de toda la feria. Pero era un gustazo sensorial y colorido caminar por un Dalt Vila tan animado, ya libre de políticos con más hambre de foto que cualquier aspirante a actriz.

Naturalmente dejé rienda suelta a mi pasión y la bofetada—no se ganan tesoros sin riesgo—fue más moderna que medieval. Así que deambulé como alma en pena hasta el bar Pereira, donde la noche siempre es joven, y la música en vivo ahuyenta cualquier tristeza. Era medianoche y los políticos empezaron a pegar su jeta electoral en los carteles.

martes, 6 de mayo de 2014

 NAVAJAS Y DESNUDOS

L`adolescence
Antes de regresar a mi isla, he dado una vuelta hechicera por Sevilla, una de las capitales aromáticas y mágicas del mundo sensual—aquí hasta las memorias de ultratumba continúan suspirando—,  donde es fácil enamorarse en una noche o ser apuñalado en el corazón.

Paseando a la vera del Guadalquivir, bajo la Torre del Oro, una gitana de ojos verdes quiso leerme la mano. Olía a romero y esgrimía una deslumbrante sonrisa de media luna y cimitarra. Su elegancia romaní eclipsaba al rebaño de turistas que marchan en uniformizados vaqueros y atroces camisetas con mensajes masificados. Yo deambulaba con una resaca de nueve puntos en la escala Richter y su magia era precisamente lo que necesitaba para conjurar los tambores de Little Big Horn, que martilleaban mi cabeza.

Lo que vio en la mano, no lo puedo contar, pero la suerte hizo que esa criatura lunática me acompañase en mi paseo sevillano. Bebíamos en cada taberna los vinos del Sur y sus ojos se tornaban de un verde opalescente. “Y loca de horizonte mezcla en su vino lo amargo de Don Juan y lo perfecto de Dioniso”.

Anduvimos tambaleantes y jacarandosos y cuando un ser abominable quiso violarnos con una furtiva foto, la gitana pegó un soberbio guantazo a la cámara impertinente, que salió por los aires. ¡One photo, hundred euros!, espetó al triste ser que salió huyendo gritando: ¡Police, police! Lo cual me pareció muy bien, pues detesto a los que creen tener derecho de foto sobre todo, los mismos que se pierden la realidad tratando de congelarla.

La gitana me explicó que desprecia la fotografía tanto como ama la pintura. Es una cuestión poética. Así que seguimos nuestro paseo y farra y, rodeando fervorosamente la catedral, nos metimos en la Casa de la Provincia para admirar la exposición (borrachera y arte van de la mano) de la mallorquina Mercedes Gómez Pablos, “una de las pintoras más libres y divertidas de la historia” (Mingote), “con su epifanía de la materia cada vez más cruda, castigada y cierta” (Umbral), a la que han cantado Cela, Malraux, Neruda, Valente, Bergamín, Hierro…

Ahí estaban el Vedrá y el Colomer, y yo quería sumergirme en sus abismos azules, las flores envenenadas, los desnudos gimientes y orgullosos, y una Jacinta diosa del eterno femenino no apto para tibios y prudentes.  La gitana tuvo un súbito ataque de celos y abrió una navaja. Pero no pudo destrozar el cuadro y yo luzco ahora una nueva cicatriz.