Pese
a la obcecación de algunos pulgarcitos tribales, en las cosmopolitas Baleares
tenemos una diversidad lingüística realmente maravillosa. A no ser que sean
nacionalistas, es incomprensible que les moleste que se pueda tener la opción
de estudiar en español; a no ser que sean terriblemente provincianos es
inexplicable que critiquen la formación en esa lengua bárbara que es el inglés,
pero que hoy abre útilmente las puertas del mundo comerciante. Es curioso tal empecinamiento
cuando hay estudios de la UIB que revelan que en Baleares se hablan hasta 160
lenguas diferentes.
Según
la Biblia in illo témpore los hombres nos entendíamos en una sola lengua, pero
entonces nos volvimos vanidosos y quisimos echar un pulso al justiciero Dios
del Antiguo Testamento con la Torre de Babel, el antepasado de los modernos
pepinos arquitectónicos.
Las
consecuencias son conocidas: la torre se despeñó al tiempo que los hombres
empezaron a hablar lenguas diferentes, se dividieron aún más en sectas y tribus
y, aburridos, se lanzaron a la guerra. Algunos antropólogos esotéricos opinan
que antes podíamos comunicarnos telepáticamente y que por eso hablábamos el
mismo idioma, incluso con el resto de animales. Fue un don que se perdió y hoy
sólo el que bebe de la sangre del dragón puede entender el lenguaje de los
pájaros.
Aunque
es agradable sentirse amado en lenguas diferentes. Cada vez que critico la
espantosa sonoridad de un determinado idioma, milagrosamente sucede que conozco
a alguien deseable que me habla de amor en esa precisa lengua. Y entonces
cambio mi opinión, porque no existe idioma que no se torne hermoso cuando se
habla amorosamente.
La
voz es fundamental porque muestra el alma. Esto es sabido por los estudiosos
del canto. Una voz pura, como la de Maria Callas, es un regalo divino. Hoy
muchos cantantes enmascaran demasiado su voz porque no llegan a dar las notas,
y el resultado es falso y enerva aunque engañe a los duros de oído. Lo
fundamental es sacar la voz que cada uno llevamos dentro, que siempre es
atractiva cuando es auténtica. Las palabras pueden engañar pero los matices de
la voz, para quien sabe escuchar, revelan mucho de la persona aunque no se
entienda lo que habla.
Las
diversas lenguas son una inmensa riqueza cultural además de una magnífica gimnasia
mental. Debemos mimarlas, pero no utilizarlas como hacha divisor, tal y como
hacen las folclóricas regionalistas, quienes destrozan todo hechizo sonoro
hablando a gritos.
El
canto merece ser asignatura obligatoria.
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