viernes, 6 de septiembre de 2013


EL HIGO O LA FIGA

A mí me gusta desayunarlos junto a un palo con ginebra. Escribió Josep Pla que los higos tienen robado el corazón de los ibicencos. Pero eso era a los de hace sesenta años, cuando todavía existía una gigantesca higuera en Espalmador. Los políticos de hoy han cambiado mucho (dudo incluso que esa raza pseudourbana y corrompida tenga corazón) y olvidan que ya Plinio dictaminó hace dos milenios que los mejores y más dulces higos del mundo crecen en Ibiza.

 Lo digo porque al campo se le prestan pocas ayudas y son pocos los que siguen el oficio. Los monstruosos incendios recientes muestran el poco caso que se hace a cazadores y payeses que todavía no se ha vendido íntegramente al turismo. No escuchan sus recomendaciones acerca de un terreno que conocen mejor que nadie e incluso les impiden limpiar los bosques. Los cainitas políticos, con su imaginación asfaltada, dictan planes de protección sobre papel que luego, en la vida real, no sirven para nada. Permiten atroces urbanizaciones, pero si a un payés se le ocurre ampliar una habitación de su casa, directamente le arruinan y tiene que vender, acabando en un triste apartamento colmena que ha pagado comisión al sátrapa de turno.

 Pero en las Pitiusas siempre ha habido grandísimas higueras extendidas sobre estelons, a cuya sombra es peligrosamente agradable dormir la siesta y soñar con apetitosas payesas. Junto al olivo y la viña, es el sustento de la civilización. Para los Vedas su fruto es la flor de la mujer y estimula el placer sensual. Los antiguos sabían que conocimiento y sexo van juntos, y así nace el tantrismo, que es una estupenda manera alcanzar la iluminación mística a través del placer carnal. La orgía es otra forma de sabiduría y algunos peregrinan al burdel como el asceta al monasterio.

La higuera es un árbol sagrado del Edén, y sus hojas fueron el primer taparrabos de la Historia, cuando Adán y Eva tomaron consciencia de su desnudez. Luego les echaron del paraíso, pero tal expulsión es relativa pues, como sabía Mark Twain, para Adán el paraíso siempre está donde se encuentre Eva.

Mahoma decía que si pudiera traer un fruto de ese jardín añorado sería el higo. Las mujeres africanas saben de su poder para remediar la esterilidad y favorecer la lactancia.

En Ibiza, donde la simbiosis humana con la tierra sigue siendo muy fuerte, es especialmente bueno probar los higos y después seguir los instintos del cuerpo.

 

 

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