CANAS GALAS
Si fuera una al.lota ibicenca, Valery, la mujer del
aburridísimo Francois Hollande, hubiera preparado un trago secreto con unas
gotas de sangre menstrual para tener sujeto a las faldas a su marido. Es una
pócima infalible, pero se corre el riesgo de dejar memo al zángano.
El caso es que esta aventura adúltera del jefe de los galos
le situará mejor en las encuestas francesas, donde tan mal parado estaba. Por
lo menos la burguesa, avara y dulce Francia, aprueba y ayuda en las aventuras
amorosas, especialmente con las pesadas cadenas matrimoniales, aquellas que
necesitan de más de dos personas para soportarlas.
Que el mandamás gabacho se lie con una actriz es un buen
síntoma. ¡El hombre está vivo! Naturalmente él no tiene a Carla Bruni cantando a su oreja, así que se
debe liarse con una actriz y ordena que el servicio secreto le traiga
croissants para desayunar en el catre de la Pompadour.
En España no se castigan los escándalos semejantes más allá de la coña en un bar. Que cada
cual se encame como mejor pueda, parece ser
nuestra máxima. Y me parece bien, pues la vida secreta, o privada,
pertenece solo a la intimidad.
Desde los tiempos del glorioso poeta conde de Villamediana,
cuya audaz divisa era “Son mis amores reales”, no se ha perseguido a nadie por
sus amoríos. Con lo cual se demuestra que no somos tan puritanos, a Dios
gracias.
Si estuviera en Inglaterra o Alemania, Hollande se vería
obligado a dimitir. En España le aplaudirían y Francia, tan vieja como
vanidosa, sencillamente aprueba las aventuras extramatrimoniales de un hombre
que semeja tener sangre de horchata pero que se encama alegremente fuera de los
muros del Elíseo. Qué mejor propaganda para los chovinistas galos que todavía
piensan, sin Unamuno de por medio, ser la reserva espiritual y sensual de
Europa.
En el ruedo ibérico se saben y creen saber tantas anécdotas
de tantos personajes de relieve, que podemos colocarnos al nivel de una Sodoma
y Gomorra que solo incumbe a los protagonistas. Pero eso es una ventaja, que no
sé cuánto durará, ante el patio abierto y cotilla del corral cibernético y
tertuliano, donde tantos presumen de callar más de lo que saben, aunque
carezcan de idea ni información fidedigna más allá de alguna foto
propagandística.
¡Viva la fantasía! Y vivan los amores de verdad. Hojas del
árbol caídas son hojas, ¡ay desprendidas! del árbol del corazón. Si al menos
nos hacen vibrar, significa que estamos vivos. Y el adulterio, en Francia,
nunca ha sido pecado…
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