ESTÉTICA AHOGADA
El bicentenario de Wagner y Verdi mostró el nulo respeto que
guardan a estos gigantes los apóstoles del feísmo que medran en el mundo
operístico. En Bayreuth el escándalo de sus espantosas puestas en escena, que
visten a Wotan como un chuloputas, amenaza cada verano con derribar --otra vez-- el mítico
teatro. En Viena, durante un Attila, los hunos montaban silla de ruedas a modo
de caballo bajo cuyos cascos no vuelve a crecer hierba. Wagner y Verdi, que
eran estetas absolutos, crucificarían a los directores de escena que practican
tales memeces.
En Bayreuth una pareja venezolana me confundió con Tristán.
La razón es que asistían a las funciones cerrando los ojos para no
contaminarse. Naturalmente les seguí el juego y ser Tristán me valió una
cantidad de asombrosa de salchichas y champagne durante el primer entreacto de
Lohengrin (harto de las ratas del escenario, en el segundo estuve a punto de
abrasar el escote de Herr Merkel con un doble corona de Ramón Allones, pero la
tarántula germánica se defendió con la hoz y el martillo).
Durante el Così fan Tutte que tuvo lugar en el Real madrileño,
tuve que abroncar a un comedor de chicle que hacía globos en mitad de las arias
de Dorabella. Lorenzo da Ponte le hubiera retado a duelo. Yo le hice tragarse
el chicle.
¿Pero qué se creen que es la ópera estos ayatolás de la moderna
vulgaridad? Como la mayoría de festivales están subvencionados por los mamones de la teta pública, se permiten
tales groserías democráticas. Salvador Sostres gusta criticar la falta absoluta
de estética de nuestros representantes, exceptuando a la Cospedal. Pero claro,
todavía está fresca la imagen de María Dolores surgiendo venérea de la espuma de las olas mientras
niega cualquier contagio de “el individuo”. También Morenés merece salvarse como
el único ministro elegante que ha tenido España en lustros. A su lado, en
Avila, el ministro galo de la cosa semejaba un sans-culotte.
El resto son tristísimos y solo les falta lucir inmensos
tatuajes, como la mayoría de clubbers que asolan la sensual Ibiza, hasta hace
poco la patria del viste como quieras pero sé elegante. De momento el tatuaje
del político es el paleto logo de marca que luce en la pechera de su camisa.
Berlusconi se cachondeaba de la política nombrando hermosas ministras sin
preparación para la cosa. Algo que también hacía Zoteparo, por cierto, aunque
su sentido estético fuera más con Ibáñez que con Botticelli.
Sin estética estamos perdidos.
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