viernes, 24 de enero de 2014


ESTÉTICA AHOGADA

El bicentenario de Wagner y Verdi mostró el nulo respeto que guardan a estos gigantes los apóstoles del feísmo que medran en el mundo operístico. En Bayreuth el escándalo de sus espantosas puestas en escena, que visten a Wotan como un chuloputas, amenaza cada verano con derribar --otra vez-- el mítico teatro. En Viena, durante un Attila, los hunos montaban silla de ruedas a modo de caballo bajo cuyos cascos no vuelve a crecer hierba. Wagner y Verdi, que eran estetas absolutos, crucificarían a los directores de escena que practican tales memeces.

En Bayreuth una pareja venezolana me confundió con Tristán. La razón es que asistían a las funciones cerrando los ojos para no contaminarse. Naturalmente les seguí el juego y ser Tristán me valió una cantidad de asombrosa de salchichas y champagne durante el primer entreacto de Lohengrin (harto de las ratas del escenario, en el segundo estuve a punto de abrasar el escote de Herr Merkel con un doble corona de Ramón Allones, pero la tarántula germánica se defendió con la hoz y el martillo). 

Durante el Così fan Tutte que tuvo lugar en el Real madrileño, tuve que abroncar a un comedor de chicle que hacía globos en mitad de las arias de Dorabella. Lorenzo da Ponte le hubiera retado a duelo. Yo le hice tragarse el chicle.

¿Pero qué se creen que es la ópera estos ayatolás de la moderna vulgaridad? Como la mayoría de festivales están subvencionados por los mamones de la teta pública, se permiten tales groserías democráticas. Salvador Sostres gusta criticar la falta absoluta de estética de nuestros representantes, exceptuando a la Cospedal. Pero claro, todavía está fresca la imagen de María Dolores surgiendo  venérea de la espuma de las olas mientras niega cualquier contagio de “el individuo”. También Morenés merece salvarse como el único ministro elegante que ha tenido España en lustros. A su lado, en Avila, el ministro galo de la cosa semejaba un sans-culotte.

El resto son tristísimos y solo les falta lucir inmensos tatuajes, como la mayoría de clubbers que asolan la sensual Ibiza, hasta hace poco la patria del viste como quieras pero sé elegante. De momento el tatuaje del político es el paleto logo de marca que luce en la pechera de su camisa. Berlusconi se cachondeaba de la política nombrando hermosas ministras sin preparación para la cosa. Algo que también hacía Zoteparo, por cierto, aunque su sentido estético fuera más con Ibáñez que con Botticelli.

Sin estética estamos perdidos.

 

 

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