miércoles, 15 de enero de 2014

CAZA AL REY



Algunos medios, dentro y fuera de nuestras fronteras, pretenden abatir al Rey. Ahora que le juzgan renqueante y achacoso, abren la veda real y publican unos artículos que harían las delicias de cualquier bolchevique. Así que basta ya del cuento de tanto gurú mediático anglocabrón con esa gilipollez de que en España no hay libertad de prensa o de que la figura real es tabú.
La figura de Don Juan Carlos sigue siendo muy querida y respetada. Es curioso que lo que más le critiquen sean las aficiones cinegéticas o amatorias, como si España se hubiera vuelto un país puritano educado por Walt Disney. El filósofo abulense George Santayana sabía mucho de esa hipocresía— creció con una millonaria familia bostoniana—y escribió algo revelador: Un puritano nada tiene que ver con la pureza. (A mí me gusta alargar tal reflexión y decir que un catalanista en nada recuerda a Cataluña.)

Grandes escritores como Foxá y Areilza se declaraban monárquicos por estética. Una razón muy válida en estos tiempos dominados por tantos políticos sin talla ni elegancia. El más grave problema que tenemos es que durante la Transición a los partidos políticos se les dio carta blanca. Y no han estado a la altura. El pueblo y las fuerzas armadas fueron especialmente generosos. Los políticos—con algunas honrosas excepciones—se dedicaron más a servirse que a servir. Consecuencia: Mataron a Montesquieu y hoy son las principales mafias del Reino.
Contamos el doble de cargos públicos que Alemania siendo la mitad de su población. Eso puede entenderse desde el “¡Felipe, colócanos a todos!”. Los impuestos se han disparado mientras la secta política predica como Cristo viviendo como Dios. A semejantes pícaros se les juzga desde hace años como un problema en lugar de una solución. Tenemos diecisiete gobiernos cuyos dirigentes operan como sátrapas. El café para todos ha resultado venenoso, especialmente porque los grandes partidos nacionales han preferido pactar con nacionalistas antes que entre ellos. ¿Podía haber parado semejante despropósito el Rey?

Al igual que su pueblo, también S.M. ha confiado demasiado en algunos políticos. Pero su reinado mantiene un balance muy positivo de concordia que supera al de cualquier burócrata. Su prestigio y relaciones personales forjadas en el tiempo—es una de las ventajas de una monarquía frente a una república—han abierto numerosas puertas a España. Es reconocido como un embajador formidable y practica la política del gesto mejor que nadie.
 Y sigue siendo el Rey.

 

 

 

 

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