viernes, 21 de febrero de 2014


ALEMANES CON SENY


Los alemanes conocen muy bien lo que es el nacional-socialismo, y justo es que den la voz de alarma cuando observan conductas escalofriantes a su alrededor. El silencio de pasotas, tibios y cobardes, como demuestra repetitivamente la historia, se paga muy caro en cualquier latitud. Ese silencio permite que gente repelente se sitúe en el poder e imponga su dictadura de vulgar pesadilla, y entonces sí que ya no hay quien hable libremente.

En Baleares fue Alvaro Middelman quien se negó a tragar las ruedas de molino del Pacte de Progres, cuando querían obligar a las azafatas de Air Berlin a hablar en catalán. El alemán se negó a tal imposición de una facción catalanista, y le llamaron nazi.

Ahora en Barcelona ha salido un grupo de directivos alemanes a denunciar la intolerable presión del rodillo del burgués Mas hortera todavía y su socio comunista, el miedo de tanto empresario catalán que ve cómo van radicalizando los nacionalistas su tierra. Naturalmente los esclavos sin imaginación—esclavo, como decía el genial Gore Vidal es aquél que es incapaz de hacer poesía—también le llaman nazi.

Pero a mi estos alemanes me parecen todo lo contrario de un nazi, pues defienden la libertad y son valientes a la hora de encararse con un poder nacionalista que sueña hacer tinta bermeja con la sangre de los que piensan diferentemente.

¡Olé por estos germanos! Dan una lección de atreverse a hablar contra una corriente que silencia a demasiados españoles, que temen que sus negocios sean torpedeados por los burrócratas de la secesión.

En España la torpeza de los políticos ha dado alas a los radicales. Tanto conservadores como progresistas han preferido pactar con enemigos del estado antes que entre ellos. En Baleares fue el PP quien impidió estudiar en español—la lengua más importante del planeta junto al inglés—y dio alas a tanto cainita profesor. Y ahora que Bauzá pretende que al menos un tercio de las clases puedan estudiarse en la lengua de todos los españoles, los docentes de la comunidad con mayor fracaso escolar de Europa—hay que joderse, menuda autoridad que tienen para dar clases—quieren montarle una revolución a costa de castigar a los alumnos.

Es todo tan esperpéntico que resulta muy español. Pero como los nacionalistas acostumbran a ser gente de reducida cultura más allá de la tribu, pues no pueden darse cuenta.

Por eso viene muy bien que unos valientes alemanes demuestren que se puede decir basta a tanta gilipollez.

 

 

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