lunes, 16 de diciembre de 2013

EL ALEGRE DELFÍN


Cuando uno se encuentra en el paraíso, el limbo político importa un bledo. Navegando por el Indico y fondeando en playas kilométricas, donde la espuma de Afrodita es aún más poderosa y los sentidos ganan por goleada a la razón, quedan muy lejos las gilipolleces catalanistas con su deseo de mutilación de España, los berrinches impositivos y la maraña legal a la que quiere condenarnos la nívea Europa.

No existe el ambiguo internet y el agua—la bebida más peligrosa en estos climas ardientes, bendito sea el whisky—solo puede probarse tras diez minutos de cocción. Los delfines saltan a la proa del dhow que baila con las olas. ¡Qué curiosas y hermosas criaturas! De piratas que quisieron burlar a Dionisos han evolucionado en un animal globalmente amado por todas las culturas marineras. De Creta a Polinesia siempre hay una leyenda que afirma que salvan a los náufragos acercándoles suavemente a la orilla. Bañarse a su lado despierta nuevas ecos en la consciencia gracias a unas milagrosas vibraciones que sanan las enfermedades de los niños. Buscan la compañía de los marinos y son un canto de esperanza en alta mar. Para gozar de su alegre compañía es imprescindible quitarse las gafas de sol, pues el reflejo les incomoda.

A veces el dhow embarranca en un banco de arena que se mueve a voluntad. Es el momento de jugar con el peso, balancearse y quedar libre. O esperar a que suba la marea mientras se bebe un ron con soda y lima. Naturalmente si el agua se guarda en ánforas antiguas—también sirve un botijo, aunque todavía no he encontrado ninguno por estos lares—es perfectamente bebible. La mayoría de los marineros que me acompañan son de ascendencia omaní y no prueban el alcohol, paradójicamente una palabra de origen islámico que significa El Espíritu Sanador. El problema es el plástico, una de las invenciones más aberrantes de la humanidad, pues en su exposición al sol crea una reacción química más peligrosa que cualquier veneno de los Borgia.
 A bordo cocinan a la parrilla un atún recién pescado y las conversaciones se aderezan porque si nosotros tenemos relojes, ellos tienen el tiempo. Nadar, leer, soñar y enamorarse de nuevo de la vida. Hacer un corte de mangas a los pelmazos nacionalistas con sus deseos cainitas. Y a veces cerrar los ojos y soñar despierto mientras el mundo sigue dando vueltas. Cuando los abres de nuevo te reconoces en otro lugar, pero nada ha cambiado.

 

sábado, 14 de diciembre de 2013

DULCE VENENO LITERARIO


La obra de José Mallorquí vuelve a estar de actualidad. Ciertamente los escolares debieran leer las aventuras de El Coyote antes que a esos enemigos de la vida que son Sartre y Camus, magníficos literatos, pero no para leer obligatoriamente cuando se tienen quince años.

Semeja que en las escuelas mandan leer determinados títulos para que los alumnos no tengan ganas de volver a abrir un libro en su vida. O para que se marchite su joven corazón. Si se dejaran acompañar por don César de Echagüe, el conde de Montecristo, el chevalier Lagardere, el miserable Jean Valjean, la gitana Esmeralda, Tremal Naik, la Pimpinela Escarlata, el marqués de Bradomín, Alí Baba,  Porthos du Vallon, los hidalgos de Monforte, la dama de Pique, Aliosha Karamazov, Pierre Beztukov, Allan Quatermain, el señor de Bearn, Sherezade, Ayesha, Winnentou, los argonautas, la manzana de Afrodita…; si se dejaran maravillar por nuestra historia marinera y corsaria, los amores de Hernán Cortés con la dulce Malinche, las andanzas del chamán Alvar Núñez Cabeza de Vaca, el valor de Blas de Lezo, el alquimista Ramón Llull, la nariz de Cleopatra, el honor bandolero de don Juan de Serrallonga, las memorias hedonistas de Casanova, los recuerdos fascinantes de Benvenuto Cellini… ¡Qué pronto les entraría entonces el dulce veneno de la lectura! Pero hay una conjura de los necios que pretende mantener a la masa ignorante, con el listón del más bajo común denominador, para que se crean los mítines políticos y las tertulias de los mercenarios del poder, para que se depriman si se atreven a ver un telediario y sean esclavos del opio futbolístico.

Tengo amigos en casa que en vez de leer novelas prefieren las viñetas de un cómic. Entonces es el turno de Tintín, el Capitán Trueno, el Jabato, el Hombre Enmascarado, el Guerrero del Antifaz, Obelix, Corto Maltés…

En todas estas obras se mantienen unos valores nobles, un furioso individualismo y una cierta actitud poética ante la vida. Son una salvaguarda espiritual y una plataforma a nuevos horizontes literarios. Y ayudan a mantener la alegría, esa rara cualidad que, para el pirata pictórico Vivant Denon, era obligatoria en un hombre de Las Luces.

Y si los profesores (si es que no son comunistas de dacha y chacha o fascistas catalanistas) quieren que sus alumnos abran los ojos ante el totalitarismo, que manden leer Rebelión en la Granja. Así los estudiantes sabrán que todos somos iguales, pero que hay unos más iguales que otros…    

miércoles, 4 de diciembre de 2013


POR UNA CABRA

 Mientras estaba en una idílica cabaña sobre el mar, cerca de Kilifi, la misma que custodió los encuentros más ardientes de Denis Finch-Hatton y Karen Blixen, leía el Weekend Star, y el vodka-tonic que bebía placenteramente cayó a mis pies estallando en mil pedazos.

La razón fue el titular de un hombre condenado a diez años de cárcel por violar una cabra. Por lo visto el criminal vive cerca de Malindi, que es una franja costera tan dominada por italianos como Formentera en Ferragosto. El tipo estaba desesperado de ver a las coquetas ragazzas dorándose en las blancas arenas y se aliviaba con la cabra de su vecino. Fue descubierto in fraganti por un caminante que eligió el mismo arbusto para practicar sus necesidades. Luego se enteró toda la aldea.

Esto de la zoofilia es bastante internacional y no entiende de clases. Es bien sabido que en ciertas áreas de Suiza los pollos son muy populares. Salvador Dalí gustaba sodomizar a un pato mientras le degollaba, rodeado de hermosas fulanas, en un burdel catalán. En la antigua Roma, la mujer de un césar, después de tirarse a la mitad de las legiones, sintió apetito irrefrenable por un burro lustroso. La delicada Pasifae se disfrazó de vaca para ser montada por un toro blanco...

Reconozco mi ignorancia en saber cuando una cabra da o no su consentimiento. En España y Grecia los amores entre pastores y cabras y ovejas son legendarios y dan pie a fábulas y mitologías. Pero el magistrado keniata ha decidido que, en su opinión, el animal ha sido claramente molestado y, aunque el violador ya ha mostrado arrepentimiento, parece que nada, salvo que la cabra hable, podrá librarle de la cárcel. (Hay que destacar que la víctima estuvo presente durante el juicio)

He preparado otra copa para recuperarme de la impresión. Paseo la vista sobre un paraje solitario y paradisiaco. No hay turistas ni aberrantes hoteles todo incluido (dan una sensación de tristeza proletaria). Los indígenas de esta zona parecen vivir felices, sin asomo de la prostitución que inevitablemente trae el turismo. Son gente digna y hermosa que me dejan leer tranquilo y bañarme en la mar de Simbad tal y como Dios me trajo al mundo. Hay Afroditas de ébano de paso imperial con las cuales un español siempre coquetea. Es lo contrario del racismo anglosajón, que se la coge con papel de fumar siempre que sale del club o va más allá una conversación sobre el criquet.

Karen Blixen, alias Isak Dinesen, fue una maravillosa escritora enamorada de su granja en Africa. Sus amores con un inglés libre y romántico (los ingleses libres son pocos, pero magníficos) se volcaron en el cine dirigidos por Sidney Pollack. Brindo por ella desde esta cabaña privilegiada, dándome cuenta de que, tal y como dicen los modernos, todos somos iguales, pero hay unos más iguales que otros.

Su marido, el barón Blixen, llevó la cornamenta con elegancia. Cierto es que también era aficionado al adulterio y se le recuerda como uno de los mejores whitehunters de Africa.

Jorge Amado decía que al sur del Ecuador no existe el pecado.

 

lunes, 2 de diciembre de 2013

MORDER O COMER


Dios bendiga a aquellos que mueren jóvenes. Jimmy Hendrix hubiera cumplido estos días 72 años. Pero Hey Joe, All along the watchtower…, siempre estarán con nosotros. Hoy nadie se atrevería a dar una dentellada a la guitarra, como cuando Hendrix tocaba las cuerdas eléctricas con sus dientes; sería como si una estrella de rock reconstruyese sus labios al estilo Mick Jagger.

Me lo recuerda un viajero a quien he conocido en una divertida cena en Mombasa. Es un tipo peculiar, imposible de cuadrar en las crudas estadísticas de ningún sociólogo. Asistió al último concierto de Hendrix y también estuvo en el que Bob Marley dio en la plaza de toros de Ibiza. Solía bailar en el Club San Rafael y cenar en Sausalito. Recuerda Ibiza como la isla más excitante del mundo y, aunque respeta los cambios lúdicos, prefiere no bailar en una macrodiscoteca. Podría ser uno de esos elefantes que estudió Mariano Planells, pero sigue muy vivo y practica la máxima de follow your bliss.

Mombasa es un punto neurálgico de negocios en África del Este y, como Mallorca, también es un destino favorito de turistas alemanes e ingleses. Tal vez por eso en demasiados sitios practican la globalización gastronómica, pese a que, entre otras delicias, cuentan con unos pescados y una carne excelentes y preparan un arroz sublime. Un California roll puede estar ok, pero prefiero enrollarme en Malibú beach con una hermosa mujer, preferiblemente sin relleno de aguacate. ¿Qué tienen de malo las samosas? Y por mucho que ofrezcan paella, la dejo para cuando regrese a España. Es uno de los efectos de la globalización que pretende uniformizar el sabor y el gusto de la población: El sueño de las multinacionales alimentarias y los macarrónicos chefs. ¿Qué tiene de malo probar la cocina local de los sitios que se visita? ¿Para qué viajar sin uno no aprecia el gusto de otras culturas?

Para la generación de tristes consumidores de fast-fat-food que jamás han probado una perdiz o un faisán junto a un buen rioja en vez de una bebida gaseosa, Hendrix es tan desconocido como Mozart y Beethoven. (Recuerdo que hace años una sonrisa se dibujó en mi cara cuando vi cómo una adolescente, ante la colección de vinilos de su padre, exclamaba: “¡No sabía que hicieran CDs tan enormes!”)  

 La música contemporánea está absolutamente inspirada por ritmos ancestrales de Africa. Ya planeo ir al festival de Zanzíbar navegando en un dhow de vela latina…

jueves, 28 de noviembre de 2013

COOPERATIVA SEXUAL


Acabo de llegar a la hermosa y especiada Mombasa. En el porche de la casa, sobre el océano Indico, desayuno zumo de mango con un chorrito de vodka, que en estos climas ardientes sabe divinamente. El café keniata es excelente y enciendo el primer puro extasiado, dando gracias a Dios por haber sobrevivido al viaje y al laberíntico aeropuerto de Dubai (to buy or not to buy). Es el momento de leer la prensa local, que es bastante buena, lo que era el Herald Trinune y hoy es el International New York Times (lo mejor son las viñetas del Wizard of Iz) y, como aquí el internet funciona mejor que en Ibiza, leo en El Mundo de Baleares a ese gallego con más conchas que un galápago que se llama Ricardo Fernández.

Informa Ricardo que en Ibiza las prostitutas pueden ganar 4000 euros al mes. (Yo le diría que algunas mucho más por noche, pero seguro que él también lo sabe.) Entrevista a la valiente portavoz de la Sociedad Cooperativa de los Servicios del Sexo, que tiene más razón que un santo en lo que exige: Quieren cotizar a la Seguridad Social y tener una situación laboral reglada.

Durante el verano ibicenco el paseo que va desde Lío a Pachá pasando por Cipriani es como el malecón de La Habana, pero con tacones de Jimmy Choo y tarifas moscovitas. La prostitución es una realidad social y válvula de escape psicológica ante la que existe mucha hipocresía e histérico puritanismo, cuando por lo que hay que luchar realmente es por eliminar la trata, en manos de unas mafias inmisericordes que secuestran, esclavizan y drogan a mujeres de todo el mundo.    

En la católica Austria se encuentran algunos de los mejores burdeles del mundo. Y se aceptan con gran naturalidad. Cierto es que jamás he comentado las actividades de las hetairas con un ama de casa, aunque sé de unas indómitas mujeres de aguerridos cazadores que cerraron un lupanar en el centro de su pequeño pueblo. Pero es que ese era un caso extremo, y en el largo invierno alpino las mujeres no quieren compartir a su marido con ninguna otra.

Hace un par de días, en Salzburgo, mientras tomaba una copa en el Carpe Diem –el bar del Goldener Hirsch es precioso, pero delirantemente no permiten fumar y por eso está vacío, con la excepción de algún bebedor de té—, un amigo me confesó que, además de cliente habitual, era probador de las fulanas de una gran madame. Como en Holanda y Alemania, las prostitutas tienen seguridad social y pasan exámenes médicos. ¿Por qué no en España?

domingo, 24 de noviembre de 2013

MUSICA EN LA CARRETERA


Vislumbro Stephanplatz y su maravillosa catedral, en cuyo interior encendí antes algunas velas por aquell@s cuyos nombres no quiero revelar. Me encuentro en Do&Co Hotel, fumando en el bar, admirando cómo un viejo amigo ibicenco, el conde Albi Clary, acoge a los políticos más relevantes, deportistas de élite, estrellas de rock y hace malabarismos con la aristocracia austriaca y los periodistas que disfrutan sus copas. Qué magnífico Melting Pot.

La gente se mezcla y charla animadamente antes de subir a almorzar (aunque comen a horas intempestivas para un español, está claro que no han venido precisamente a jugar al tenis) y disfruta del ambiente cosmopolita de un bar epicúreo y tolerante.

Viniendo de Ibiza, el tiempo vienés es sorprendentemente bueno. No podré quedarme demasiado tiempo, pues tengo una agenda viajera trepidante. Mañana mismo salgo para Salzburgo, no me puedo resistir, porque en noviembre está maravillosamente libre de turistas, los restaurantes chinos están cerrados y las chiquitas son tan guapas como en Viena.

 Y luego me aguarda África, ese continente al que Bush II denominaba un gran país. Me perderé el tradicional concierto de Año Nuevo, que será dirigido por el maestro Daniel Baremboim. Pienso en tales fechas porque al pie de la catedral ya hay un árbol de Navidad y el sentimiento adelantado de los austriacos es contagioso.

Hubiera sido agradable hacer parada y fonda en Libia, pues está en ruta, pero David Cameron y su amigo Sarkozy fueron los últimos visitantes extranjeros del país. ¡Qué día tan glorioso para Francia e Inglaterra cuando dieron la libertad a los libios! Después de que parte de la media acusara a Gadafi—poco antes conocido como el mejor amigo de occidente—de disparar a su propio pueblo, el aspirante a Churchill y el petit Napoleón que está en el bolsillo superior de todos los franceses, con la ayuda de la pacifista ministra Chacón, decidieron intervenir militarmente para instalar otro gobierno.

Pero, ¿dónde están tan galantes paladines ahora que Libia sufre una guerra civil? Se necesitarán décadas para restablecer la normalidad y, mientras tanto, la gente muere en masa y la formidable herencia arqueológica de un país riquísimo se destruye. No todo es petróleo.

Confiemos que Israel no quiera invadir en solitario Persia, porque perturbaría mucho mis viajes. Si tal horror sucede no tendría más remedio que regresar volando a Viena y asistir al concierto. Como sea, la música y el valiente Baremboim pedirán paz y armonía para este mundo loco.

jueves, 21 de noviembre de 2013

FUENTE DE JUVENTUD

Siento asombro al ojear una revista que pretende versar sobre el lujo (ni lo rozan) cuando veo una fotografía de Salvador Dalí. El genio—debidamente nombrado— está charlando con otro gran escritor, Josep Pla, que sonríe astutamente ante alguna boutade de su amigo de Figueras, pero en la revista ni siquiera mencionan su nombre.
En la antigua España el sol achicharra la memoria despeñándonos en el yoga ibérico que es la siesta y tal vez por eso hay tanto periodista sin cultura y tanto ignorante con ínfulas como Artur-el-Mas-hortera-todavía, que seguro que lee la revista de lujo con fruición. Tanto Dalí como Pla despreciaban a esta nueva clase de patanes que quieren volver amarga la dulce Cataluña.

Por eso alegra que los príncipes de Asturias celebren los quinientos años del desembarco de Ponce de León en la Florida, que evoquen las caminatas chamánicas de Alvar Núñez Cabeza de Vaca y el terrible sino de Pánfilo de Narváez. Naufragios y comentarios sobre una gesta formidable, cruel y sensual, en busca de la fuente de la eterna juventud, que si Cervantes escribió la historia del caballero de la triste figura no fue por burlarse de ciertas novelas, sino para retratar un siglo XVI rezumante de soñadores y locos de espíritu indomable.

Es curioso que para ayudarnos a recobrar la memoria hayan brotado los hispanistas, una panda de eruditos mayoritariamente anglosajones, absolutamente hechizados por las colosales hazañas de un pueblo que no da importancia a su historia. ¡Qué no hubiera hecho Inglaterra, y qué decir de Francia, si hubieran realizado la gesta española en el Nuevo Mundo! Pero en nuestras escuelas apenas se les menciona y los monumentos y esculturas son inexistentes.

Divago de tal manera en el bar del Do&Co, en Viena, mientras bebo una jarra de Bloody Mary doble de todo menos de zumo de tomate y fumo un Ramón Allones que contagia magia cubana a la catedral de San Esteban. Hay que venir a Viena, aunque solo sea por el placer de poder fumar en el bar, que también es fuente de juventud. Aquí hay tolerancia casi otomana y aquí desembocó gran parte del río de oro de las Américas. Me lo recuerda un bebedor sefardita, curioso por mi escritura matutina, con el que trabo conversación. Echamos a los judíos de España en el momento que más necesitábamos a los banqueros. La consecuencia fue que grandes riquezas vinieron directamente al norte. 
Pero el mayor tesoro, y ese permanece vibrante, ha sido el mestizaje.

 

martes, 19 de noviembre de 2013


LADRONAS DE CAMAS 

 
Me han robado la cama. Literalmente. Una cama con historia que ha salido volando por el capricho venéreo de una dama celosa y despechada cuya venganza ante la gloriosa libertad del zángano hedonista es atroz.

A mi tío Amaro le pasó lo mismo en una casa en cala Carbó, con espléndidas vistas al Vedrá; su dormitorio de 300 m2 decorado con reminiscencias de las mil y una noches era un fastuoso picadero donde trotaron las mejores hembras del Mare Nostrum.

Hasta que una noche, aprovechando la calma que precede a las tormentas emocionales, unas bandidas forzaron la entrada y no se llevaron los dineros, ni la vajilla de oro con el escudo de Lavern, ni los incunables de la librería, ni siquiera alguno de los luminosos cuadros de Anglada Camarasa o Mercedes Gómez-Pablos…, ¡no, nada de eso! Solamente  se llevaron el mitológico catre de mi tío Amaro, el cual, como buen fetichista, se llevó un soberano disgusto teñido de jacarandoso orgullo.

Quién sabe qué misteriosos aquelarres u orgías realizarían en semejante cama esas misteriosas bandidas que entraron a la luz de la luna menguante, cuando los engaños y las burlas son más propicias y el maullido de las gatas se escucha con mayor insistencia.

Porque no debemos olvidar, en estos tiempos dominados por los burrócratas cagaprisas y bolas tristes sin imaginación, que los placeres de la cama se entretienen a sí mismos como las volutas de humo sagrado de un habano encendido. No debe existir nada más fuera de ella, es el omphalos universal, el ombligo del mundo, y teléfonos y televisiones deben estar desterrados de su alcance son pena de ser malditamente congelados en el éxtasis amoroso.

 La cama es un altar elevado a Venus donde nos fundimos con las fuerzas primigenias del cosmos. Los amores tántricos de la India que los talibanes monoteístas quieren prohibir son una expresión del poder de la cama-kama, nombre hindú de una de las divinidades del amor. Puede ser una gozada ser politeísta y adorar a los diferentes dioses de nuestro estado de ánimo. Los griegos y los hindúes estaban más cerca por la cama que por las filosofías.

El poeta enamorado de las sirenas, Gerard de Nerval, sí sabía del poder de la cama. Estuvo incluso buscando aquella en que la mítica reina de Saba disfrutaba de los gozos prohibidos junto al misterioso Adoniram.

Florence Delay describe su dulce tormento en su espléndido libro Llamado Nerval: “Un poeta muy conocido en la Bohemia de entonces, por sus amores gatunos y de Opera Cómica, superando con la imaginación todas las fases intermedias, vio su deseo cumplido y se puso a buscar por todas las almonedas una cama magnífica y digna de aquellos amores imaginarios. Encontró una de época renacentista, con…la salamandra de Francisco I, que hizo restaurar con gran dispendio y colocar sobre un estrado. Esa cama, en madera de roble, era donde dormía Marguerite de Valois, en 1519, en el castillo de Tours”.

Balzac también comenta en La Comedia Humana la delirante anécdota: “Me hablaron de un poeta que, habiéndose vuelto casi loco de amor por una corista, adquirió, en los inicios de su pasión, la cama más hermosa de París, sin saber el desenlace que la actriz reservaba a su pasión”.

Personalmente estoy seguro de que Nerval consiguió su objetivo de fundirse en el amor. La reina de Saba se reencarnó en una opera de Meyerbeer en cuyo libreto trabajaba el poeta: Mon front est rouge encore du baiser de la reine.

La cama es la mejor máquina del tiempo porque lo burla placenteramente. 

 

 

viernes, 15 de noviembre de 2013

INVITACION TERCERMUNDISTA

A menudo es algo magnífico pasar el tiempo con personajes de diferente pelaje y ralea, discutiendo sobre filosofía, arte, política, negocios y sexo.
Recientemente tuve el placer de sentarme a una mesa cosmopolita –como es normal en Ibiza— donde se contaban las bromas habituales, con las risas de unos y el sonrojo de otras, llegando al final a las mismas conclusiones.

Destacaba un comensal especialmente lúcido y bastante más moreno que yo tras el largo y tórrido verano, que fumaba un puro gigantesco mientras bebía vodka-martini. Tras escuchar pacientemente las críticas que hacíamos sobre el horroroso campamento de Bruselas, por fin dijo: “Lo siento mucho por los que tenéis que vivir en el Primer Mundo. Con todas las restricciones a la libertad individual, la UE se va pareciendo a un campo de concentración no apto para gente inteligente. ¡Estáis tirando vuestra civilización por el retrete centralista-socialista! Nosotros, en el Tercer Mundo, también somos respetuosos de la Ley, pero no aceptamos ser mandados por funcionarios sin educación que pretenden dictar qué tipo de papel higiénico hay que usar los domingos o prohibir los porrones de aceite. También tenemos leyes contra el tabaco, pero por una razón más allá de la salud pública: Sólo se imponen en lugares donde la policía está malpagada y así, gracias a la multa que funciona a modo de soborno temporal, tienen una oportunidad de aumentar su salario, y todos están contentos”.

Después, nuestro amigo tercermundista nos invitó a su casa siempre soleada, viajando a bordo de su avión personal. Con una condición: en su avión sólo se tolera a fumadores.

La mayoría hemos aceptado su amable invitación. Al fin podremos comer las frutas que no pueden entrar en Europa por las restricciones uniformes del campamento UE. Nuestro anfitrión alegaba que, tras observar las parejas—sean del mismo o diferente sexo—de los funcionarios durmientes de Bruselas, no tiene sentido que prohíban entrar las rectas bananas.
Como ha sido publicado, de acuerdo con los datos de los proveedores, nuestros no elegidos democráticamente representantes de Bruselas tampoco son capaces siquiera de hacer beneficio en sus comedores gubernamentales: Este año los restaurantes de los burrócratas europeos, pagados con nuestros impuestos, han sufrido “sólo” una pérdida de cuatro millones de euros.

Si consideramos que la corte europea de auditores ha reportado que el 4´8 % del presupuesto europeo (138´6 billones) se malgastado en 2012. ¿Qué errores nos deparará el futuro? ¿Podemos confiar en una gente que ni siquiera saber cómo llevar la cocina? 

lunes, 4 de noviembre de 2013


CUESTIÓN DE HUEVOS

En Baleares los payeses se han dado cuenta de que si venden sus productos de toda la vida con la etiqueta bio pueden doblar los precios. Hay unos mercados rústicos donde se venden los productos de sa nostra terra con gran éxito. Hay granjas de gallinas que ya no dan abasto y los huevos de la Antonia, que son los de toda la vida, se han puesto por las nubes gracias a las pegatinas ecológicas de rigor. (Incluso conozco un burdel donde ofrecen al cliente un huevo payés para que, a su vuelta a casa, pueda seguir eyaculando maritalmente. Hay que sorberlo crudo, tal vez con una pizca de tabasco. Es un truco caribeño muy efectivo)
En el llamado Primer Mundo existe un boom por los productos ecológicos, biológicos, eco-greens, etcétera. Se pagan a más del doble que los productos normales y suponen un mercado en expansión en medio de la crisis. Es cierto que gran parte de la clientela eco acostumbra a ser algo anémica. Pero ello es por su naturaleza abstemia y anhelos levíticos a lo Buda, quien era mucho más inteligente y tenía una panza feliz.

También hay mucho camelo. En Alemania saltó el escándalo porque muchos de los huevos que se vendían como eco, donde se publicitaba que sus gallinas vivían al aire libre y picoteaban cosas sanas al ritmo de la cabalgata de las valquirias, han resultado un fraude formidable, a medias entre la carne de caballo en hamburguesas y los pepinos venenosos.

Es natural el recelo social ante la codicia de las empresas alimentarias. La carne picada que se compra ya empaquetada resulta un atentado proteínico, el pan industrial sabe a plástico, los transgénicos campan a sus anchas y sus efectos son tan amenazantes sobre nuestro ADN como los cristales del MDMA para el cerebro del clubber.
Para defenderse de tales desmanes están el gusto y la magnífica dieta mediterránea. El comer según las estaciones y el lugar. En Galicia comer percebes y en las Pitiusas, la cigala ibicenca. Sucede que en la era de la globalización de la hamburguesa, la peña se ha olvidado del saber comer. Proliferan los restaurantes de fusión con mezclas inarmónicas que asaltan el bolsillo engañando al paladar. El consumo de vino ha decaído mientras que la cocacola se dispara. La sobremesa ha sido condenada por esta era de las prisas, y el tabaco, suprema comunión panteística que aúna placenteramente los cuatro elementos, es perseguido con saña inquisitorial.
Por eso va bien volver la vista a los productos payeses de nuestros vecinos en lugar de caer en las trampas de las multinacionales. Lo que pasa es que los muy fenicios han doblado los precios.

 

lunes, 28 de octubre de 2013

LOS ESPÍAS, ESPÍAN

Es raro escribir en estos días sabiendo que todas mis palabras están siendo procesadas por algún kraken cibernético antes de que pueda releerlas. Es turbador para los escritores conocer que nuestro pensamiento es malinterpretado por espías nada educados, que leen las columnas antes de que tengan la oportunidad de ojearlas mis lectores.
¿Deberé escribir cosas más banales en el futuro para satisfacer al satélite que todo lo registra? Por supuesto que no. Tal incordio de lupa provoca que todavía escribamos cosas más extravagantes, teorías más paranoicas, ensayos más o menos lúcidos y alguna que otra barbaridad.
Antes no había un espionaje tan instantáneo, pero la censura se aplicaba en todas las noticias, excepto las del tiempo. En La Codorniz, en pleno franquismo, se publicó un parte meteorológico que decía: “Reina un fresco general procedente de Galicia”. La coña fue absoluta y el cierre de la revista, inmediato.

Por culpa de los espías las relaciones entre Estados Unidos y Alemania están bastante enfriadas, como una antigua imagen en blanco y negro. La Merkel no quiere ser escuchada por Obama mientras acude al peluquero en Berlín del Este hablando por su móvil. Así se lo ha comunicado al presidente americano. Por supuesto, puede haber malinterpretaciones, ya que ninguno habla la lengua del otro correctamente. Debemos prepararnos para nuevas confusiones.
¿Qué tienen de malo los espías a la antigua usanza, entrando en sociedad sin ayudas tecnológicas? El público general está confuso porque se les ha informado de que todos sus mails y conversaciones telefónicas son espiados por un monumental Big Brother. Démosles un poquito de calma. Cuando gente inteligente habla y  gente estúpida escucha, no existe daño alguno.
A lo largo de la historia todas las civilizaciones se han protegido espiando. China especialmente, en cuya biblia bélica El arte de la guerra, el general Sun Tzu opinaba que lo más importante para sostener un gobierno o ganar una batalla era el servicio de espionaje.

Los espías, espían. Es algo normal desde que existe la sociedad. Lo que pasa es que a menudo parecen sacados de un cómic de Mortadelo y Filemón, como los que acechaban ese restaurante barcelonés donde dos mujeres ponían a parir a sus parejas.

Lo que ha caído es el puritanismo. La bruta figura que hizo Obama ante Putin mientras se publicaban los informes de Snowden fue inolvidable. El espionaje es fundamental y ningún gobierno va a renunciar a ello. Pero si se les descubre, que paguen.

jueves, 17 de octubre de 2013

BERREA Y ESPIAS

Tras unas semanas berreando por las montañas, donde los bosques adquieren excitantes colores mientras los venados montan a las ciervas, hice parada y fonda en Viena, que a su manera sigue orquestando la antigua melting pot del imperio austro-húngaro.
Mi mujer –para esta escapada hice el paripé de estar casado con un indómito ejemplar de francesa-escocesa-irlandesa—se empeñó en visitar la exposición de Lucian Freud. Naturalmente elevé una plegaria admirando la catedral de St. Stephan a través de los ventanales del bar del Do&Co, donde con tolerancia otomana permiten fumar. El bar-man se apiadó de la excursión cultural y me sirvió un monumental sazerac para el camino.

Subimos a un coche de caballos y nos dirigimos al Kunsthisturisches Museum. La cochera era una bárbara oronda (más tipo Botero que Rubens) que hubiera podido dar clases de comercio a cualquier fenicio. Naturalmente la impedimos predicar su soporífero speech turístico. Preferíamos charlar, fumar y beber mientras recorríamos las calles de una ciudad frívola rezumante de bellezas ligeras de cascos.

La cochera se mostró sorprendida ante nuestra orden de esperarnos a la entrada del formidable museo. Alegaba que era imposible verlo todo en tan poco tiempo y pidió un extra por adelantado. La gente piensa que al entrar en un museo hay que empacharse. “¿Qué pasa, que cuando usted va a comer a un restorán se pide toda la carta?”, dije mientras la sobornaba y ella cronometraba su reloj. 
Eché una ojeada a la pesadilla pictórica de Freud—un maestro enamorado de la sordidez—y rápidamente escapé a las salas contiguas, donde estaban Tiziano, Giorgione, Brueghel, Rembrandt, Mantegna...., y me detuve frente a Danae, salpicándome con lluvia dorada.

 Sentado al lado un hombre elegante me preguntó, en tono cómplice: “¿Huyendo del horror freudiano?”. Y empezamos a charlar como dos prófugos de la moda de la fealdad. Me confesó que era un expatriado libio, y que por la codicia de Cameron, Sarkozy y Obama, Italia y España iban a llenarse de inmigrantes y tragedias de Lampedusa. “Gadafi era el único que podía frenar el éxodo de los que también huyen del horror. Así lo había acordado mientras le llamaban el mejor amigo de occidente. Pero hoy Libia vive una guerra civil con sus tribus enfrentadas por odios ancestrales. La intervención internacional ha sido peor que un crimen, ha sido una estupidez”.
Cuando mi mujer se hartó de Lucian Freud, el libio ya había desaparecido. El coche de caballos todavía nos esperaba a la puerta. Encendí otro puro y me puse a cantar Wien, Wien, nur du allein a lo Richard Tauber. Sí, Viena sigue siendo una ciudad de espías.        

 

 

lunes, 14 de octubre de 2013


CHARLAS DIVINAS
Los ateos siempre están hablando de Dios. En un paseo por Regensburg, cuna del retirado Benedicto XVI, mi apetito religioso fue inspirado por las vistas sobre el Danubio, y comencé a devorar unas deliciosas salchichas y  heladas jarras de cerveza. Como son largas mesas de madera donde quien quiera puede sentarse, un pelmazo ex-luterano se hizo cruces al escuchar mi acento español y empezó a tratar de convertirme a su pesadilla existencialista.
Los ateos pretenden no ser creyentes porque no quieren conformarse con la natural estructura de la humanidad; es su rebelión espiritual de un alma que estúpidamente niegan. Pero por la noche, en la soledad de sus duras camas, rezan en secreto. Y a la mañana siguiente continuarán contradictoriamente su sermón de la nada.
Los católicos rezamos a María, el Eterno Femenino que fue de nuevo recuperado por los trovadores con su culto a la Dama en el siglo XII. También podemos confesarnos y recrearnos con las maravillosas obras de arte que decoran los templos. La belleza siempre convence. Esa es nuestra gran ventaja respecto a los protestantes, que se negaron a seguir financiando la hermosa corrupción del Renacimiento y crearon su propio centro de negocios. Por ejemplo Suiza, el país del chocolate y el dinero, es lo que es gracias a la Reforma: La hermosa ciudad de Ginebra es hoy conocida por los iniciados como Calvingrad.
En cuanto el ateo se largó escandalizado diciendo que los españoles no tenemos remedio, pues le dije que me aburría mortalmente, proseguí mi lectura de El Danubio, de Claudio Magris. Abrí el libro al azar y encontré este maravilloso pasaje: “No es necesaria de fe en Dios, basta la fe en las cosas creadas, que permite moverse entre los objetos persuadido de su existencia. Quien duda de sí mismo está perdido, al igual que quien, temiendo no hacer el amor, no lo consigue. Se es feliz junto a las personas que hacen sentir la indudable presencia del mundo, así como un cuerpo amado proporciona la certidumbre de esos hombros, de ese seno, de esa curva de las caderas y de su onda que se sostiene como un mar. Y quien no tiene fe, enseña Singer, puede comportarse como si creyera; la fe vendrá después”.
Es bueno sentirse dionisiaco, cabalgando sobre leopardos en la rueda del éxtasis de la energía y sin hacerse pedazos.
 Aunque al final todo está bien, y si no lo está, es que no es el final.

jueves, 10 de octubre de 2013

CONJURA DE ALUMBRADOS


Suelo burlarme de un amigo mío, descendiente del humanista doctor Marañón, por calificar a Don Juan de homosexual latente. La última vez, en la boda de una coqueta de la que ambos hemos estado enamorados con desiguales consecuencias.

Para lidiar mejor a este antiguo rival con el que ya no compito, releo el estudio sobre Don Juan, del médico humanista Gregorio Marañón. Es una lectura que descubre la época del cachondo Felipe IV, el huraño Olivares, una alegre y ligera Isabel de Borbón (nieta del gran Cosme de Medicis e hija del rey amante y aventurero Enrique IV), los alumbrados religiosos y sus desviaciones eróticas en el interior de los conventos: recomendaban copular con santas mujeres para engendrar profetas; las videncias y horóscopos a los que toda la corte era aficionada, las costumbres licenciosas pese a la Inquisición en un Madrid lascivo y adúltero que se encamaba alegremente, destellos dorados donde confluyeron talentos como Quevedo, Tirso, Lope, Góngora, Calderón…y el conde de Villamediana.

Tirso de Molina se basó en la fascinante figura de Villamediana para su Don Juan. La vida de don Juan de Tassis fue sublime sin interrupción. Además de admirado poeta era viajero irreverente, elegante, valiente y jugador. Cualidades que han venido inseparables de la condición donjuanesca. Se rumoreaba que llegó a liarse con la bella reina Isabel y que presumía de ello al lancear toros en la plaza, desplegando una temeraria divisa: “Son mis amores reales”.

El conde murió joven, glorioso y asesinado. Muchos y poderosos le tenían ganas, pero además, a su muerte, se descubrió una trama que le relacionaba con un proceso relacionado con “el pecado nefando”, dando a decir que don Juan era tan aficionado al placer, que ni siquiera despreciaba a los de su mismo sexo. Algo que sin duda ayuda a Marañón en su magnífico–aunque a veces algo mojigato—estudio.

 La historia de España hubiera sido bien diferente si, en lugar del grave Olivares, hubiéramos disfrutado más años de un epicúreo como Villamediana en el poder. Eso sí, después de la lectura me queda la impresión de que los políticos de hoy son clavados a los alumbrados de ayer. Frailes falsos, secretarios y administradores ladrones, gordos muleros, zafios y liantes, esa picaresca tan española y atemporal. Es urgente elevarse de una vez y dar una patada a tanto alumbrado aprovechado. El problema es que se han montado un chiringuito mafioso y, a no ser que haya una revolución, es imposible moverlos.

martes, 17 de septiembre de 2013


AMOR Y MUERTE ENTRE BALCONES

Este verano estamos superando el récord de escaladores de balcones estrellados contra la dura realidad. Y como ya no existe la intimidad, su vuelo nocturno (lo llaman balconing) es grabado en video y se despeñan en el ciberespacio.

Tal publicidad ha impulsado a los hoteleros a plantearse quitar los balcones o subir las barandillas. Pero ni aún así podrán detener la adicción al vértigo que supone escalar la fachada de un hotel-colmena para colarse en la habitación de una coqueta.

¿Tienen premio los que consiguen coronar el balcón deseado? ¿O repelen orgullosamente a quien les retó a tan peligrosa empresa? En ese caso serían como el héroe de la balada El Guante, de Schiller, donde un caballero enamorado es alentado por una coqueta, delante de la corte del rey Franz, a bajar al patio de arena donde rugían un tigre y un león hambrientos: “Si vuestro amor es tan grande como juráis, el peligro no impedirá que bajéis por mi guante”. El caballero bajó, recogió la seda caída entre las fieras, y subió la escala sano y salvo jaleado por una salva de aplausos. Cuando la dama se acercó radiante a su encuentro, dispuesta a premiarle con un beso, él le arrojó el guante al rostro, diciendo: “No hay de qué, señora”.

Hernán Cortés también fue un gran saltarín de balcones, y se rompió una pierna en Santiago de Cuba por seguir el íntimo aroma de cohíba de una hermosa antillana. El capitán extremeño, tanto o más orgulloso que el caballero nórdico, no hubiera arrojado jamás el guante a la dama. Como buen estratega, habría aprovechado las circunstancias favorables de una plaza rendida y luego hubiera regresado al regazo de Malinche, la verdadera clave de la conquista mejicana.

 Bernal Díaz del Castillo escribió que las indias estaban encantadas con los soldados españoles porque tras hacerse el amor, dormían abrazados a ellas, todo lo contrarío que los aztecas, que las repudiaban machistamente tras satisfacer la cópula con lluvia de Tlaloc. ¡Esa sí que sería una buena ópera y no la leyenda negra patrocinada con dinero español en Edimburgo!

Lord Byron también saltó entre balcones mientras estuvo cortejando a las ardientes gaditanas. Luego, en Venecia, nadaba por los canales, en busca de condesas y panaderas, y cantaba a la noche asustando a los gondoleros, que rezaban: Inglesi italianizatto, diavolo incarnato.

 Milord se despeñó en Grecia cuando en vez del placer buscaba la gloria, pero eso es otra historia.
 

 

 

martes, 10 de septiembre de 2013


LEGGEREZZA


 El genial Nietzsche comprendió demasiado tarde el arte que hace fácil la vida. Un  arte muy del sur, en el que su compatriota Goethe era un consumado maestro. Es también ese arte descrito en El Cortesano, de Baldassare Castglione, donde se recomienda hacer las cosas sin que se note el esfuerzo. La maravillosa sprezzatura, que no pueden comprender los ejecutivos agresivos, los intelectuales llorones ni las lobeznas que buscan hombres ambiciosos con metas en su vida.

No es ya naif sino algo tan estúpido el pensar que alguien solo merece la pena porque tiene metas laborales y sufre endemoniadamente con el castigo bíblico de ganar el pan con el sudor de su frente (o del de enfrente), y catalogar de balas perdidas a los que dilatan el tiempo aún más que los relojes dalinianos tomando el sol y bebiendo vino voluptuosamente…

 ¿Quién sabe? Tal vez con esta crisis ya no se dé tanta importancia a la filosofía predadora, se comprenda que trabajo es un término que viene del latino instrumento de tortura trepalium,  y el hombre renazca virgilianamente, gozando de los placeres que la vida pone a su alcance. 

 “La ligereza –escribe Stephan Zweig—es el último amor de Nietzsche, la suprema medida de todas las cosas; lo que da ligereza y salud es bueno, ya sea en el alimento, en el espíritu, en el aire, en el sol, en el paisaje o en la música. Lo que eleva, lo que hace olvidar la pesadez y la oscuridad de la vida y la fealdad de la verdad, solo es fuente de gracia.”

Hoy tenemos necesidad de esa ligereza antigua y mediterránea, porque hay una macabra maniobra global por entristecer el mundo, matar sus colores y tornarlo todo aséptico y gris; necesitamos acentos límpidos, inocentes, alegres, felices y delicados. Incluso frívolos y salvajes siempre que vibren con fuerza vital. Será necesario que cantes, alma mía, para sobrevivir como el ruiseñor que no mira al suelo desde la rama verde donde canta.

El loco danzarín que se asoma para mirar el abismo dándose cuenta, con involuntario erizar de los pelos, de que el abismo también mira a quien se asoma, nos invita a cortejar la parte demoníaca, o sea aceptar la fuerza de lo natural, el goce sin remordimientos, conocer la vida serena y alegre sin miedo al infierno del desencanto. Eso es lo que te permite llegar a ser lo que realmente eres.

 Pero es imprescindible atreverse a ser libre.

 

viernes, 6 de septiembre de 2013


EL HIGO O LA FIGA

A mí me gusta desayunarlos junto a un palo con ginebra. Escribió Josep Pla que los higos tienen robado el corazón de los ibicencos. Pero eso era a los de hace sesenta años, cuando todavía existía una gigantesca higuera en Espalmador. Los políticos de hoy han cambiado mucho (dudo incluso que esa raza pseudourbana y corrompida tenga corazón) y olvidan que ya Plinio dictaminó hace dos milenios que los mejores y más dulces higos del mundo crecen en Ibiza.

 Lo digo porque al campo se le prestan pocas ayudas y son pocos los que siguen el oficio. Los monstruosos incendios recientes muestran el poco caso que se hace a cazadores y payeses que todavía no se ha vendido íntegramente al turismo. No escuchan sus recomendaciones acerca de un terreno que conocen mejor que nadie e incluso les impiden limpiar los bosques. Los cainitas políticos, con su imaginación asfaltada, dictan planes de protección sobre papel que luego, en la vida real, no sirven para nada. Permiten atroces urbanizaciones, pero si a un payés se le ocurre ampliar una habitación de su casa, directamente le arruinan y tiene que vender, acabando en un triste apartamento colmena que ha pagado comisión al sátrapa de turno.

 Pero en las Pitiusas siempre ha habido grandísimas higueras extendidas sobre estelons, a cuya sombra es peligrosamente agradable dormir la siesta y soñar con apetitosas payesas. Junto al olivo y la viña, es el sustento de la civilización. Para los Vedas su fruto es la flor de la mujer y estimula el placer sensual. Los antiguos sabían que conocimiento y sexo van juntos, y así nace el tantrismo, que es una estupenda manera alcanzar la iluminación mística a través del placer carnal. La orgía es otra forma de sabiduría y algunos peregrinan al burdel como el asceta al monasterio.

La higuera es un árbol sagrado del Edén, y sus hojas fueron el primer taparrabos de la Historia, cuando Adán y Eva tomaron consciencia de su desnudez. Luego les echaron del paraíso, pero tal expulsión es relativa pues, como sabía Mark Twain, para Adán el paraíso siempre está donde se encuentre Eva.

Mahoma decía que si pudiera traer un fruto de ese jardín añorado sería el higo. Las mujeres africanas saben de su poder para remediar la esterilidad y favorecer la lactancia.

En Ibiza, donde la simbiosis humana con la tierra sigue siendo muy fuerte, es especialmente bueno probar los higos y después seguir los instintos del cuerpo.

 

 

lunes, 2 de septiembre de 2013


FASCINANTES HETAIRAS Y RAMALAZOS ORIENTALES

 ¿Alguien se imagina doce agostos seguidos? Afortunadamente en Baleares el clima y las obligaciones laborales de los turistas –da igual que vuelen en Ryanair o en jet privado—favorecen la estacionalización.
 Ya tenemos los cielos de septiembre y con ellos un tipo diferente de guiri que huye de la masificación, que sabe navegar y fondear sin necesidad de comprobar quién la tiene más grande (nos referimos a la embarcación, por supuesto), al que no le cuelan fácilmente un pescado que jamás vio el mar (como hacen en la mayoría de eso que llaman beach-clubes) y que sabe devolver una botella de vino acorchada al asombrado maître.
También hay ramalazos orientales. Los chinos que vienen a hacer turismo todavía se cuentan con los dedos, aunque en Baleares este pasado agosto hemos sufrido los horrores de la superpoblación. De momento vienen delegaciones que quieren aprender nuestro know-how turístico. Como no son tontos, enseguida se dan cuenta de que nuestro principal reclamo es la belleza natural. Por eso no comprenden que el gobierno permita unas peligrosas prospecciones petrolíferas que amenazan el modus vivendi Balear. Si quieren contaminación, ya se quedan en Shangai.

¿Pero por qué querrían hacer turismo los mil millones de chinos? En el año 1421 el almirante Zheng He navegó los siete mares y a su vuelta el emperador dictaminó que el resto del mundo era demasiado bárbaro y no interesaba. Construyeron la Gran Muralla, alimentaron una cultura formidable y quisieron estar tranquilos. Lo consiguieron relativamente hasta que los ingleses—mucho peores que las hordas mogolas— les obligaron a traficar con opio.

En el caso japonés, una isla feudal que tampoco quería saber nada del mundo exterior, fueron los cañones estadounidenses del Comodoro Perry los que les obligaron a abrirse. Han exportado tecnología, sushi, coches y la manía de fotografiarlo todo, pero todavía no nos han convencido con su interminable ceremonia del té.
Ni los chinos practican ya la encorsetada etiqueta de Chou Li ni los nipones mantienen el Bushido. Pero ambas naciones siguen considerando a los occidentales como unas tribus bárbaras que, para su desgracia, han logrado la hegemonía militar.
Los hindúes también son minoría a la hora de coquetear con Baleares, aunque uno de ellos tiene el récord de espléndido al dejar una propina de cien mil euros tras una velada en el ibicenco Ushuaia.
Eso que decía Kipling de que Oriente y Occidente son demasiado diferentes y jamás se encontrarán, todavía se mantiene. El mundo, pese a la globalización turística, sigue siendo muy grande aunque, a veces, en algunos puntos calientes—como nuestro archipiélago—semeje un pañuelo.

Si a Ibiza venían a divertirse los hijos de Gadafi y el churumbel de Obiang, ahora también acuden muchos angoleños y mozambiqueños que experimentan una revolución económica en sus países. Y, tras el paso del Ramadán –que ha vuelto a caer en agosto, para desesperación de relaciones públicas-púbicas—regresan los árabes a disputar las mejores mesas a los rusos.
En medio del derroche que acostumbra al lujo más o menos hortera, la prostitución vive días dorados. El circuito que hay entre Lío, Cipriani y Pachá recuerda al malecón de La Habana, solo que estas jineteras tienen acentos del este y sueñan colarse en algún yate (no precisamente a modo de balsera). La irrupción de estas profesionales, cum laude en artes amatorias, muestra que el sexo sigue siendo una mercancía inseparable del turismo. Mejor que estén ellas antes que tantas agencias de modelos, cuyos directores envían a cándidas niñatas (bueno, a veces no tan cándidas) a decorar las cenas de algún potentado que no sabe pescar por sí mismo.
No contamos todavía con burdeles de la categoría del austriaco Babylon, pero ya hay planes para el próximo verano. Como Ibiza es mágica, cada vez que una madame abre un garito, el cuento de Pretty Woman quiere repetirse y, ocasionalmente, el tiburón se enamora de la sirena. Todavía echamos de menos a esa portentosa jamaicana que conducía sin bragas un Morgan descapotado…

 

 

lunes, 26 de agosto de 2013


PLUTÓCRATAS
 
Es más difícil ser alguien que hacer algo. Los tabloides ingleses se refieren a Ibiza como la isla de los plutócratas, calificación llamativa para una mayoría sin talento más allá de las finanzas. La otra noche, invitado por una modelo feminista que quería experimentar, recalé en una villa de arquitectura pastelera custodiada por diez gorilas armados. Alquilaban unos exitosos mamones de la teta de internet. Gente superficialmente amable, con cultura de revista y sin personalidad. El primer dato para salir huyendo era que servían las copas en vasos de plástico. El segundo, que la conversación era inexistente y el vacío se llenaba con música electrónica. El tercero, que sirvieron un pescado que jamás había visto el mar.
Pero mi voluntad de escapar quebró cuando a la casa llegaron treinta rubias vertiginosas con acentos de más allá de Volga. Ellas sí tenían conversación y la chispa iluminaba su mirada superviviente. Eran tiernas y duras a la vez, con tipos que iban de una odalisca circasiana a la Odette del Lago de los Cisnes. Parecían salidas de un cuento de Pushkin y bebían vodka de forma estremecedora, sin perder el equilibrio en sus imposibles stilettos. Defendían una teoría social fascinante: El mundo se está llenando de zombis. Igual que el cine. Son los no-muertos sin cerebro ni alma que desean contagiar su sordidez existencial. Parecen vibrar cuando toman una pastillita hecha con anestesia de caballo y se agitan a ritmo bakalao. Pero sólo es un espejismo tecno. Mientras tanto ellas se aprovechan. Con lo que ganan en el verano ibicenco pueden comprar una casita en su pueblo, casarse con el novio de su perdida adolescencia y aumentar su colección de zapatos.
 
Cuando pensaba que la cosa acabaría en una orgía memorable, los plutócratas me dieron la puntilla. Era obligatorio ir a una macrodiscoteca hasta el amanecer. Tenían reservadas cinco mesas por las que habían adelantado cien mil euros. Las rubias eran parte del show-off, de dejarse ver, de retrasar los placeres de la cama a la que tienen terror pues se han educado en el sexo virtual. Entonces sí escapé rumbo a algo más tangible.
 La frivolidad puede ser un arte, como demostraron los libertinos del XVIII, pero hoy domina una estupidez aburridísima. En el bar del Golden Hirsch, poco antes de que Plácido Domingo contagiara un torrente vital a Salzburgo, otro plutócrata muy diferente (cum laude en ars vitae) me confesaba que en la humanidad solo cuentan un dos por ciento. Y que este invierno asistiremos a una revolución en las ciudades europeas con la aplicación de nuevas medidas de control de masas.

Seguiré de hippie en Ibiza.

 

 

lunes, 19 de agosto de 2013


DEL TRAVELLER AL HOOLIGAN

Ahora que ese aspirante a Churchill que es David Cameron nos manda a la Royal Navy a Gibraltar, podría ordenar a su flota que siguiera hasta las Islas Baleares para una leva de hooligans. Pero no caerá esa breva. La pérfida Albión sigue siendo un país feudal, con un sistema más clasista que las castas hindúes. Y los intocables son los slobs que envían sus turoperadores a algunos municipios vendidos a la libra. Las salvajadas que practican en Magaluf o San Antonio de Portmany no son toleradas en Gran Bretaña. Por eso sus chicos necesitan de un bárbaro parque temático más allá de las fronteras inglesas, para que luego regresen calmaditos y dispuestos a trabajar ordenadamente en sus barrios proletarios, sin ganas de leer a D.H. Lawrence.
Siempre hubo un aire romántico—travellers in romance—entre los viajeros ingleses. El Grand Tour fue una moda iniciada por los mejores outsiders del sistema. Beckford, Byron, Chesterfield, Leighton…pasearon por Europa y amaron España. Excéntricos y elegantes, dieron la imagen legendaria de una élite inglesa. En el siglo XX tomaron el relevo escritores como Robert Graves, Somerset Maugham y su sobrino Robin, actores como Laurence Olivier y Erroll Flynn, el esteta Harold Acton o el diplomático Harold Nicholson. Una copa en Sandy´s, Santa Eulalia, una barra ilustre que hubiera disfrutado Enric González, era una aventura dipsómana rezumante de la buena chispa británica. Que todavía queda, of course.
Pero en los setenta llegaron todos los demás.   
Actualmente el turista inglés es temido como las hordas de Atila. Algunos empresarios y políticos son conscientes que traerlos al paraíso balear es como dar margaritas a los cerdos (y sueñan con una reconversión turística). Acuden una semana en régimen todo incluido, ahorran setenta euros para pagar la entrada en una macrodiscoteca después de aguantar una cola miserable, experimentan con drogas de diseño que contienen anestesia de caballo, practican el balconing suicida e inventan nuevas formas de emborracharse.

Si hace unos años pusieron de moda el oxy-shot (aspirar alcohol por un tubito), este verano causa furor el Tampvodka. Aunque parezca increíble, consiste en mojar un tampax con vodka y luego utilizarlo como mejor convenga. El resultado suele ser una cogorza instantánea y un lavado de bajos de lo más efectivo. “What a waste of vodka, but at least the cunt is clean”, me comenta un amigo inglés que desprecia a sus compatriotas turísticos como el brahman al intocable.
Sin embargo los empresarios discotequeros están encantados. Les han salvado el negocio. El inglés es el mejor clubber y máximo adorador de la cultura electrónica (eso que en Valencia llamaban la ruta del bakalao). Han entronizado al pinchadiscos y su idea del glamour es aguantar hacinados una sesión de ocho horas a ritmo insoportable, mientras se hacen fotos que luego colgarán en Facebook diciendo que estaban al lado de alguna celebrity. Poor devils!

Porque además de slobs, también están los snobs (sine nobilitate). Para ellos se han creado en Ibiza y Mallorca numerosos beach-clubs, donde se come espantosamente (a precio de Alain Ducasse), y las camas balinesas se conceden según se pida Cristal o Möet. Sirven copas con medidas inglesas (lo cual es una aberración para el turista hispano, que tampoco se parece siempre a Garcilaso de la Vega). Pero es la moda que apasiona al nuevo rico, o al que pretende parecerlo, mientras dura su semana de vacaciones en la que gasta los ahorros de todo el año.
Los ingleses que no son slobs ni snobs saben moverse de otra forma. Buenos bebedores, no hacen aspavientos cuando pierden una partida de backgammon con el cube a 64. A veces se empeñan en hacer visitas culturales a las cinco de la tarde. Siguen siendo excéntricos y mantienen la famosa flema y sense of humour.

Ahora bien, si la Navy hiciera esa leva hooligan, desembarcándoles luego en Gibraltar, a los llanitos se les iba a atragantar su pasión británica y pronto no quedaría un mono en el Peñón.